25 de Noviembre de 2020
deportes |

“No quiero exagerar, pero te juro que me cortaron las piernas”

Sentí el mismo mazazo que en el invierno del 94 cuando se confirmó el doping positivo en el Mundial de Estados Unidos

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(Por Carlos “el Chavo” Ortiz). Para quienes vivimos varias décadas observando los movimientos mágicos de la pelota, compinche de un joven enrulado, será difícil olvidar aquel momento que también fue como una muerte en vida. El sueño del mundial se acababa en un control antidoping. El sueño se moría cuando aquella enfermera de pelo rubio y tez blanca lo llevaba hasta el consultorio médico, tras la victoria ante Nigeria.

 

Aquel triunfo por dos a uno que lo dejaba al equipo de Alfio Basile bien aceitadito para un nuevo título mundial.

 

Horas más tarde, los medios de prensa apostados en los Estados Unidos, deban la noticia que conmovió al mundo, tal vez la misma noticia que recibimos hoy con la muerte de él, claro que sin la repercusión de la tecnología y la inmediatez de que lo que ocurre aquí y ahora se conoce al instante del otro lado del mundo.

 

“No quiero exagerar, pero te juro que me cortaron las piernas”, le dijo Diego Maradona, en una entrevista exclusiva, a Adrián Paenza quien trabajaba para Canal 13 en la cobertura de aquel mundial.

 

Argentina jugaba dos partidos más en el Mundial de los Estados Unidos, uno ante Bulgaria, el otro ante Rumania. En verdad, no era Argentina, era un equipo fantasma vestido de Argentina, ante esos dos equipos europeos, tal vez de segundo nivel, pero al no estar Diego, todo rival era complicado y el regreso a casa fue antes de lo esperado, antes de lo deseado.

 

Maradona había debutado con casi 16 años en la vieja cancha de Argentinos Juniors, siendo suplente para el equipo de Juan Carlos Montes, ante Talleres de Córdoba. Un partido jugado durante la semana, donde según pasan los años, cada vez más gente fueron a ver ese partido. Tal es así que si le creemos a todos los que dicen a ver visto aquel encuentro, necesitaríamos el Maracaná de Rio de Janeiro, para meter a toda esa gente.

 

 

Aquel “Pelusa”, como así se lo conocía, daba muestra de su potrero en el futbol argentino, y muchos lo comparaban con el “Beto” Alonso, o con Ricardo Bochini, grandes números diez de la década del 70.

 

Su paso por Boca Juniors fue en plena crisis del equipo de La Ribera, pero el amor por el “xeneize” pudo más. Cada partido de ese año 1981 fue una verdadera fiesta del futbol, donde el equipo dirigido por el recordado Silvio Marzolini, que también ya está jugando en el cielo por la banda izquierda, lo tenía al “Loco” Gatti, a Morete, a Mouzo, a Brindisi, a Escudero, demasiado equipo para aquel futbol argentino, donde Ferro hizo roncha, y donde apenas River para no ser menos que su eterno rival, en esto de ganar tapas de diarios, contrató a Mario Alberto Kempes, al “matador cordobés”, de un gran paso por Rosario Central, de hacer mella en Valencia y de ser goleador en el equipo campeón del mundo del 78, del recordado equipo de Cesar Luis Menotti.

 

Y en aquel año, 1981, Maradona y Brindisi marcaron una historia increíble para el elenco de La Ribera, tan increíble como aquella noche de lluvia y barro ante Ríver donde Maradona dejó por el piso a Fillol y a Tarantini para que los bosteros froten aquel gol, como la obra más maravillosa que puede hacer un pintor de cuadros o un mago jugando con un conejo recién sacado de la galera.

 

Su paso por Europa, posterior al fracaso del Mundial del 82, tuvo ciertos altibajos, en Barcelona no brilló como se esperaba, claro que una hepatitis y una fractura luego de aquella brutal patada de un jugador vasco, lo dejaron varios meses fuera de los campos de juego.

 

Su paso por Italia fue de lo más recordado para un equipo chico y bien barrial como era aquel Napoli, bien del sur y bien marginado por toda Italia y para Nápoles, Maradona fue como San Genaro, el Santo Patrono de aquella tierra, tan de barrio como le gustaba Diego.

 

Te juro que me cortaron las piernas.

 

 

Los futboleros de alma y de potrero, tenemos un dolor inmenso. Quienes vimos jugar al Bocha, el Beto, a Beckembauer, al Trinche, a Platini, a Sócrates, a Ronaldinho, a Zidane, a Redondo, a Messi, a Cruyff, a Borghi, tenemos un dolor inmenso, porque se fue de este mundo de todos.  El mejor del pasado, el mejor del presente y el mejor del futuro. Se fue el que puso a la Argentina en lo más alto del futbol mundial, el que fue capaz de enfrentar a todos los poderosos, el que se hizo amigo de Fidel y de Hugo. Porque además de ser el Pelusa, él era el Diego, era “el Diego de la gente”.

 

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