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17 de Julio de 2024
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Invasión de loros, la pesadilla de un pueblo: aturden, ensucian y provocan cortes de energía

Hay miles. Calculan que 15 por habitante. No los pueden combatir y la vida se les hace insoportable. Heces en las plazas y peligro de enfermedades. Los habitantes ya no salen de sus casas.

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Roberto Fontanarrosa podría haber escrito un cuento inolvidable, con una combinación exacta de verdad, fábula y humor. Pero esta historia ya no tiene aspectos divertidos. Se ha transformado en un incordio, una molestia insalvable para los poco más de 5.000 habitantes de Hilario Ascasubi, en el linde de la provincia de Buenos Aires con la Patagonia.

¿Cuál es ese contratiempo que resulta un monotema para los pobladores desde hace más de seis meses? El pueblo está invadido por loros barranqueros. Aturden, siembran las casas, calles y plazas de heces, rompen las instalaciones eléctricas y trastocaron la tranquilidad de esa localidad ubicada en el municipio de Villarino, uno de los más australes de la Provincia. Después de ese distrito sólo queda Carmen de Patagones.

Llegan al atardecer y se refugian en los árboles. También se apiñan en los tendidos eléctricos de las calles y esa muchedumbre produce un ruido ensordecedor. Las autoridades locales estiman --a partir de evaluaciones que hacen académicos de la Universidad Nacional del Sur (UNS) de Bahía Blanca-- que el cielo de Ascasubi se torna opaco con la llegada de más de 70 mil ejemplares. “Hay 15 loros por persona”, es el cálculo que hacen los parroquianos.

En Hilario Ascasubi tienen una impresión bastante menos bucólica. “Son una verdadera plaga imbatible. Los loros nos cambiaron los hábitos. Yo ya no llevo a mis chicos a la plaza. Es un asco cómo está. Sabemos que también es un riesgo para la salud porque transmiten enfermedades”, contó María del Valle Otero, vecina y además concejal por Unión por la Patria (UxP) del partido de Villarino.

Sobrevuela entre los habitantes de Ascasubi la firme sospecha que la muerte de un ciudadano de ese lugar, de 50 años, fue por psitacosis, una enfermedad que transmiten loros y cotorras. Ocurrió en abril de este año, cuando las primeras bandadas comenzaron a “colonizar” las manzanas del poblado sureño.

Desde entonces, la comunidad inició acciones diversas pero parece que no hay arma que los ahuyente. Intentaron de todo. Hace dos meses promovieron una "campaña del espanto". O sea, vecinos coordinados provocaron ruidos intensos y utilizaron luces para ahuyentarlos del ejido urbano. Fracasó la estrategia. Se fueron, pero volvieron a los pocos días.

 



También intentaron amedrentarlos con tecnología. El municipio de Villarino (que incluye otras localidades como Mayor Vuratovich, Pedro Luro y Médanos) instaló bases de rayos láser. El equipo emite una luz de color verde intenso, con un alcance de 3.000 a 4.000 metros. Por sus características, cuando los loros ven ese haz lo asocian con un peligro inminente, así que entran en pánico y huyen, según la explicación que aportaron los técnicos cuando estrenaron el arma contra loros.

Pero los pericos, aviesos, no tardaron en advertir que la amenaza lumínica era inocua. “A las pocas semanas, daban la vuelta y sabían que no les pasaba nada. Entonces volvían”, relató la concejala Del Valle, sorprendida de la capacidad de adaptación de esta especie.


Entre los afectados por esta invasión aparece la Cooperativa Eléctrica de Pedro Luro. Tiene 1.600 abonados a la red de electricidad y 800 a internet. El ingeniero Francisco Pérez, gerente de la empresa, elaboró un informe donde releva los daños provocados por la presencia de los animalitos en la región. Evaluó que, en un año, la cooperativa tuvo pérdidas por $ 64 millones atribuidas a la presencia de los barranqueros.

Por varios motivos: “Las bandadas de loros se posan sobre las líneas aéreas de media tensión que alimentan a la localidad y la zona rural, de cable desnudo. Pasan muchas horas posados en las crucetas y se pican con otro loro posado arriba del aislador y producen una descarga a tierra y la salida de servicio”, escribió el técnico.

En un año, registró un promedio de cuatro cortes generales de energía por mes con una duración media de 26 minutos cada uno. Eso genera pérdida de dinero y de estándares de calidad. Por roturas de artefactos, luego de los cortes, la Cooperativa tuvo que pagar $ 5,7 millones el año pasado.

Por deterioro prematuro de cables, aisladores, descargadores, seccionadores y otros materiales no metálicos gastaron $ 10,7 millones para repararlos.

La compañía tuvo que soterrar una línea de media tensión en el acceso a Ascasubi. Se acobardaron de los arreglos y las deficiencias causadas por los animales. Pero tuvieron que invertir más de $ 30 millones.

El loro barranquero  se encuentra categorizado como especie amenazada. "Aunque actualmente en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires se percibe como muy abundante, la realidad es que hace unos 60 años era más abundante que ahora", dijo a Clarín Natalia Cozzani, del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la UNS.

Bajó la población por la pérdida y degradación de su hábitat: el bosque nativo. También por la captura para el comercio de mascotas y la persecución por considerarlo plaga. "Hace años que los loros utilizan los pueblos y ciudades para pernoctar, en este último tiempo con la aceleración del desmonte y el cambio en el uso de la tierra, se hizo más notorio. Además, el cambio climático con sus sequías extremas reduce la disponibilidad de alimento", agregó la experta.

La hipótesis que evalúan desde la Universidad Nacional del Sur, donde hay varias investigaciones, sostiene que los desmontes generados en los últimos lustros para favorecer la agricultura intensiva hicieron que las bandadas muden hacia zonas urbanizadas.

Sergio M. Zalba, biólogo, investigador del Conicet y docente de la UNS, explicó que “siempre se alimentaron de los recursos que les provee el monte. Ocurre que se ha reducido drásticamente, los animales tienen que desplazarse y buscar recursos nuevos y eso es probablemente una de las claves de su acercamiento a ambientes urbanos, donde tienen refugio y donde pueden conseguir también qué comer”.

En los pueblos de Villarino aparecen al atardecer y pernoctan en árboles y cables. Al amanecer ya vuelan por comida y para reproducción. Por ahora no hay un plan concreto para terminar con la plaga.

 

Por Fabián Debesa, Clarín

 

 




 

 

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