RED43 opinion
11 de Mayo de 2025
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Marisa Gomez

Un golpe de suerte

La columna de Marisa Gómez.

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Hace diez años que laburo en esta pocilga donde no entra ni una pizca de sol. Acá siempre es de noche, pero noche iluminada como los juegos artificiales de Pequín, los que vi por televisión. Esos sí que me gustaron porque eran al aire libre. 

 

Un golpe de suerte, eso necesito. 

 

Hace diez años que limpio la alfombra con la aspiradora que me taladra la cabeza para que los viejos no se ensucien con zapatos y las doñas, las sandalias. Y como me dijo el feje, después desodorante de ambiente, para que huela rico y se queden horas frente a las máquinas y escuchen el plin, plin, plin, como si fuesen los Palmeras en pleno recital. Los viejos se matan por una máquina de las nuevas que parecen dinosaurios. Un señor aprieta el botón, mientras mira la pantalla. Y plin, plin, otra vez y miles de veces, como un concierto de pájaros, pero en las máquinas no aparecen pájaros, se ven uvas, una naranja, dos bananas, tres manzanas, cuatro cerezas. ¡Qué quilombo por unas pocas frutas! A su lado, una señora busca desesperada algo dentro de la cartera, saca un billete, lo pone en la ranura y plin, plin. 

 

Abro la puerta del baño de mujeres y ya sé que me voy a encontrar con la mugre que dejan esas yeguas. Una vieja que podría ser mi madre, solo que más gorda, se abalanza sobre mí, como si fuésemos familia, se me pega como una garrapata y me llora en el hombro. 

 

¡Qué hice! Ocho horas me pase acá, ¡qué hice!

 

Se jugó hasta la última gota de sangre, doña, eso hizo.

 

¿Qué hago? Ahora qué hago.

 

Volverse a su casa, y no pisar nunca más esta pocilga. No sabés que las máquinas están pichicatiadas para hacerte mierda. 

 

Me larga, se va al lavatorio y se tira agua en la cara, una y otra vez. Se empapa la camisa fina, la pintura de la cara se le corre. El peinado es un asco.  

 

Me largo a reír, y doña, mirate, mirate en el espejo, le digo, estás hecha una pordiosera, peor que yo. 

 

Se mira y se larga a reír. Las dos largamos la carcajada. Mete la mano adentro de la cartera, y me dice, traía unos cuántos atados de billetes. Después la da vuelta y caen al suelo una billetera dorada, un mazo de cartas, una caja de remedios, varias plumas enroscadas en una banda elástica, el celular, un rosario con un cristo negro, cartones con los números en rojo adentro de un plástico, una petaca, y unos ataditos que ruedan y desaparecen detrás del tacho.

 

Nena, ayudame.

 

Empiezo a levantar las cosas, y cuando agarro la petaca, me la saca de un manotón y toma un trago largo. 

 

Perdí toda la plata que me dio la inmobiliaria. Creí que me quedaba algo, pero no. La perdí toda. ¿Qué le digo a mi marido? Él iba a cambiar el auto. Ya no tengo más quien me preste, les debo a todos. Ni bien se entere, me mata. 

 

Decile que te robaron, si todos roban…Un pibe en bici te afanó la cartera.

 

La doña se va y repite, ¿qué hago? ¿Qué hago? 

 

Espero unos segundos antes de acercarme al tacho. Ahí están los ataditos, son tres. Limpio el tacho, cambio las bolsas, le paso bien un trapo y cuando me agacho de espaldas a la cámara, me los meto en el bolsillo
 

 

 

 

 

 

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