Un 21 de enero de 1994 ocurría una de las peores tragedias de la historia de Puerto Madryn. Dos dotaciones de Bomberos Voluntarios acudieron para sofocar las llamas, de un incendio a tres kilómetros del acceso sur al oeste de la ciudad.
Una vez en el lugar las dotaciones, en la que se encontraban 25 jóvenes cadetes, pequeños e inexpertos, movidos por su espíritu voluntario, lucharon contra las enormes lenguas de fuego en un descampado árido. El fuego aumentaba a medida que el viento sorpresivamente cambiaba de dirección e intensidad, llevando a los cadetes a una trampa mortal.
Esto último habría provocado pánico entre los jóvenes de entre 11 y 23 años, que intentaron huir, pero el circulo de fuego se los impidió, y no lograron salir de allí.
Al cortejo fúnebre lo acompañaron unas 10.000 personas que, a paso de hombre, se dirigieron hacia el cementerio de la ciudad. La caravana estaba integrada por familiares y amigos de las víctimas, ciudadanos de Madryn, autobombas y unidades de rescate de bomberos de todo el país, que viajaron para despedir a los pequeños servidores públicos caídos.