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25 de Febrero de 2019
opinion |

El Horcón: Más humanidad para Venezuela

Una nueva entrega de la columna de opinión.

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Si bien nadie puede negar el sufrimiento de la mayoría del pueblo venezolano donde el hambre y la falta de medicamentos afectan a gran parte de la población, lo que sucedió el pasado sábado 23 de febrero con la ayuda humanitaria impulsada por Guaidó, que no pudo entrar a Venezuela, y la victoria que Nicolás Maduro se arrogo ante este hecho, no es más que una demostración de poder de ambas partes donde los que hoy están en condiciones criticas en este país latinoamericano siguen desamparados y utilizados.

 

Guaidó, paso de diputado casi desconocido a presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela el pasado 5 de enero y el 23 de ese mes  se autoproclamó "presidente encargado" del país con amplio reconocimiento internacional.

 

En el caso de Maduro asumió el pasado 10 de enero un nuevo mandato marcado por un notable rechazo de gobiernos de todo el mundo, quienes no reconocieron la reelección, calificando los comicios de ilegales y señalando la carencia de garantías mínimas y el irrespeto a las normas internacionales de procesos electorales.

 

Venezuela, atraviesa la peor crisis económica de su historia con la paradoja de ser uno de los países con las mayores reservas petroleras de mundo. En el medio de ese contexto y en pos de un humanismo que no existe, se libra una guerra de poder donde de un lado y otro se comparten responsabilidades en las vidas que ayer se perdieron en este país.

 

Si bien es innegable que el régimen de Maduro es de los peores gobiernos que hoy dan fe de tiranías del siglo XXI, la iniciativa humanitaria puesta en marcha por Guaidó cuando menos deja sus dudas en cuanto al alivio de las penurias de los venezolanos y queda más claro el objetivo de colocar a las fuerzas armadas ante la disyuntiva de permitir el paso de una ayuda que si bien es aprobada por millones de venezolanos, no deja de estar despojada de intenciones políticas.

 

La desesperada situación de millones de venezolanos -sin alimentos ni medicinas- no se puede perder de vista y debe ser el centro de todo el apoyo de cada persona e institución que persiga un mundo más humano, con una ayuda como humanos que nos engrandezca en el dar sin esperar recibir. Mucho menos si ese dar puede beneficiar políticamente a un lado u otro.

 

Ni Maduro ha conseguido una victoria como ha proclamado al no permitir el paso de la ayuda, ni Guaidó ha perdido una batalla. En Venezuela hay por lo menos cuatros vidas menos y decenas de heridos luego de lo ocurrido con la pretendida ayuda.

 

Pobres y desamparados, victimas de poderes que no entienden son, sin saberlo, el escudo de una guerra que libran poderes económicos donde cada uno defienden intereses más mundanos y menos humanitarios.

 

CHISTE DE YAPA

 

-¡Hola Pedro! ¿Cómo va tu jubilación? ¿No te aburres un poco?

 

-¡Para nada¡ Cada día se me ocurre algo para divertirnme…hoy, por ejemplo, fui al centro y entré en Correos a retirar un paquete que me había llegado, sin tardar en la gestión ni cinco minutos.

 

Cuando salí y llegué al auto que estaba en la puerta, un Policía Local estaba haciendo una multa por estacionamiento prohibido.

 

Rápidamente me acerqué a él y le dije:

 

- ¡Vaya hombre, no he tardado ni cinco minutos...! Dios le recompensaría si hiciera un pequeño gesto para con los jubilados...

 

Me ignoró olímpicamente y continuó llenando la infracción. La verdad es que me pensé un poco y le dije que no tenía vergüenza. Me miró fríamente y empezó a llenar otra infracción alegando que, además, el vehículo no traía  no sé qué calcomanía que exigía el gobierno. Entonces levanté la voz para decirle que me había percatado de que estaba tratando con un perejil, y que cómo le habían dejado entrar en la Policía...

 

Él terminó con la segunda infracción, la colocó debajo del limpiaparabrisas, y empezó con una tercera.

 

No me achiqué y estuve así durante unos 20 minutos llamándole de todo.

 

Él, a cada insulto, respondía con una nueva infracción. Con cada infracción que llenaba, se le dibujaba una sonrisa que reflejaba la satisfacción de la venganza...

 

Después de la enésima infracción... le dije:  - Lo siento. Lo tengo que dejar, porque... ¡Ahí viene mi colectivo!

 

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