La dictadura de Onganía, que había llegado al poder a través de un golpe de Estado en 1966, determinó la intervención de las universidades nacionales y reprimió ferozmente a estudiantes y profesores que defendían la autonomía universitaria. Esta medida no solo se dirigió contra las estructuras administrativas, sino también contra los individuos que se oponían a la nueva política represiva.
La Noche de los Bastones Largos se convirtió en el símbolo de una etapa oscura para la educación argentina. La Universidad de Buenos Aires (UBA), uno de los centros de mayor relevancia académica del país, fue el epicentro de esta represión.
En esa noche fatídica, la Policía Federal irrumpió en cinco de sus facultades, utilizando bastones y violencia física para desalojar a quienes defendían el principio de autonomía universitaria y la libertad de cátedra.
El ataque fue brutal. Profesores, estudiantes y personal no docente fueron agredidos mientras se encontraban en ocupaciones dentro de los edificios universitarios. En el transcurso de esa noche, se produjeron cesantías masivas y renuncias forzadas, y muchos investigadores y científicos argentinos se vieron obligados a abandonar el país.
Este hecho trágico cerró un ciclo de crecimiento y prosperidad para el sistema universitario argentino. Las universidades estaban en pleno auge, desarrollando proyectos científicos y tecnológicos de gran envergadura. La Noche de los Bastones Largos, sin embargo, truncó estas promesas y desencadenó un éxodo de talentos, marcando un estancamiento en el avance científico y tecnológico del país.
O.P