Este domingo se conmemora el Día de los Santos Inocentes, una jornada que, aunque popularmente asociada a las bromas, hunde sus raíces en un episodio de sangre y persecución. El relato bíblico detalla cómo Herodes, temeroso de perder su trono ante la profecía de la llegada de un nuevo Mesías, decretó la muerte de todo menor de dos años en la región de Belén para asegurarse de acabar con él.
La Iglesia Católica instauró la fecha para honrar la memoria de esas primeras víctimas inocentes del cristianismo. La curiosa conexión con las bromas actuales no nace de la alegría, sino de la alusión a la ingenuidad y al engaño: recuerda cómo los Magos de Oriente, para proteger al niño Jesús, burlaron las intenciones del monarca y nunca regresaron a informarle sobre el paradero del recién nacido.
E.B.W.