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Tres Minutos de Tango, Historias y Anécdotas del 2 X 4: “La religión es un servicio higiénico”

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El título de hoy puede sonar algo enigmático, la realidad es que, si lo pensamos, el ser humano desde sus orígenes tuvo la inmensa necesidad de creer en algo, lo que fuere. Y puede que siempre sea así. Por lo que, para la higiene y la salud mental de cada individuo, la religión es un pilar más de su existencia.

 

Pero ¿Hay relación entre esto y el tango? Si, y mucha. El planteo comienza cuando el genial Enrique Santos Discépolo en 1934 crea su obra “Cambalache”, tango que además de ser el único censurado de toda la historia del género, por todos los gobiernos militares, paradójicamente es considerado un himno tanguero.

 

En esta letra hay una asociación, tal vez surrealista, entre la biblia y el calefón. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado qué era eso? Muchos han pensado que es un concepto que indica la mezcla de cosas, es decir la biblia con el calefón, dos elementos tan distintos, pero realmente es más que una mezcla de valores, es una disparidad que Discépolo saca de un hecho cotidiano de nuestra historia.
Recién en los inicios del siglo XX, las familias “acomodadas” comenzaron a instalar baños, reemplazando a las letrinas (que hasta ese momento se situaban al fondo de las casas), luego al generalizarse el uso de los baños se los empezó a construir en todas las viviendas, hasta en las más modestas. Este mini-ambiente solo constaba del retrete y la pileta, y si los adinerados propietarios de casa acostumbraban a lavarse todo el cuerpo de forma periódica, y encima tenían dinero para solventarse ese “capricho”, los baños también tenían una ducha. Y obviamente habiendo ducha debía haber algo para calentar el agua, por eso es que al lado de la ducha se instalaba un calefón. Es decir, el calefón quedaba adentro del baño.

 

Paralelo a esto, el papel higiénico todavía no había aparecido en escena en estas latitudes y encima cuando apareció era bastante costoso, por lo que no estaba al alcance de todas las familias. Es por ello que se veían obligadas a utilizar para esos fines sanitarios el simple papel de diario o, en su defecto cualquier otro. Desde luego, eran codiciados los papeles más sedosos, por eso los pobres usuarios trataban de conseguir en las fruterías los papeles de envoltorio de las manzanas y demás productos.

 

Entre los muy apreciados estaba el “papel biblia”, muy suave y delgado (ubiquémonos en la época sin pensar en la doble hoja de hoy). Algo que si coincidía en esos tiempos con el presente era que la Sociedad Bíblica, difundía la Biblia Protestante, regalando ejemplares del sagrado libro. Estas gentilezas eran aceptadas por la mayoría de los habitantes de Buenos Aires, que siendo la mayor parte católicos, lo mismo pasaban y retiraban el ejemplar protestante tantas veces como sabían que la Sociedad lo obsequiaba en las plazas, calles o en su sede.

 

Bien, ¿Y Cómo llegamos a la asociación biblia-calefón ?, Llegamos porque para mayor comodidad y aprovechamiento les perforaban una tapa y las colgaban en un gancho de alambre, al lado del calefón, cerca del inodoro, y conforme a los requerimientos iban arrancando las delicadas hojitas para darles el uso higiénico respectivo. Ese gancho de alambre era para el autor, un sable sin remache.

 

Es por todo esto que, Discepolín, con su típico estilo de observador oportuno, y con suma elegancia escribió en “Cambalache”:

 

“Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los Cambalaches se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache,
ves llorar la biblia junto a un calefón”

 

Y aquí les dejo la maravillosa versión que grabara Julio Sosa con Leopoldo Federico el 2 de julio de 1964.

 

Hasta la próxima.

 

Fernando Merino Arenales
Historiador y difusor de tango
farenalestango@hotmail.com

 

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