El Horcón: el Estado presente

No hay dudas que el sistema económico social, tal como lo conocemos, está en una crisis terminal y en un proceso de transición que muchas veces -como individuos- tardamos en percatarnos, a diferencia de la vida sociopolítica de un país donde los tiempos se alargan y las décadas son pequeños intervalos de tiempo.

Un ejemplo muy notable es el avance tecnológico a pasos agigantados que vivimos. Un individuo de apenas 50 años nació sin redes sociales, con televisión en blanco y negro, sin teléfonos móviles y cartero incluido. Hoy Internet es un servicio básico; aquel que no lo tiene puede decirse que está excluido o “caído del sistema”. Para estos ciudadanos y otros tantos para los que sus oficios o profesiones ya son obsoletas o en vías de serlo se tendrán que implementar políticas que le garanticen los derechos básicos y la posibilidad de capacitación e inserción en el mundo que se está gestando.

Con la vida como un tango al estilo “Cambalache” o un Tato Bores más actual que nunca y también con una similitud marcada en la década del 30 del siglo pasado en la cual se rompieron muchas de alianzas internacionales establecidas y el descontento por la situación económica era casi tan global como ahora, hizo que surgieran grandes transformaciones de los gobiernos y de las instituciones públicas, tal como está pasando en la actualidad, aun antes de la pandemia.

Un siglo después estamos atravesando una especie de guerra mundial sin armamentos convencionales, pero con mucha más incidencia en cada región del mundo, al punto de no quedar prácticamente país indemne. Hoy parece que los deseos de un Estado presente se han revitalizado, hasta para aquellos que hace muy poco, renegaban de su utilidad.  

Lo complicado es que el Estado, tal cual lo conocemos, está anclado en viejas mañas y viciado de política, con gran número de representantes, que no están dispuestos a perder prebendas o sin capacidad suficiente para asumir retos que deriven en una modernización inclusiva y con conocimiento de cada región y de grupos sociales con diferentes realidades.

 Sin dudas el coronavirus ha puesto de manifiesto una vulnerabilidad tal que no distingue en su alto contagio a jefes de gobiernos y habitantes de una villa, que  sin dudas, estos últimos son los más expuestos, por no tener las condiciones para preservarse ante la pandemia.

Se demandan recursos, falta dinero a los gobiernos para cumplir sus obligaciones, y a muchas familias para satisfacer sus necesidades básicas. De ahí que no parece vislumbrarse un futuro a mediano plazo sin subsidios. El reto está en que se subsidie a aquellos fuera del sistema y que no tienen posibilidades de incorporarse más allá de su esfuerzo personal. Por otra parte, es necesario que los rubros subsidiados avancen hacia una reconversión que les permita la autonomía. Todo lo anterior sin olvidar el cuidado del ambiente, imprescindible para el desarrollo de la vida en el planeta.

La pequeña y mediana empresa, el sector económico más golpeado en esta crisis, tendrá que resurgir como fuente generadora de empleo tal como la conocemos y reforzando aquellos segmentos que pueden fortalecerse en el nuevo contexto globalizado y tecnológico.

El coronavirus pasará y el Estado seguirá jugando un papel importante y si la política lo permite, se debe encaminar a recuperar la maltrecha economía que padecemos y que volvamos a crecer para el bien de todos.

CHISTE DE YAPA

- Hola, querría reservar mesa en el restaurante para cenar mañana
- ¿Cuantos serán?
- Seremos 6 o 10, aproximadamente
- Necesito saber cuántos confirmados
- Confirmados 2, el resto solo bautizados....