Marcos entregó la hoja en blanco en ciencias naturales. Ese día su más amiga Lila, faltó por estar engripada.
La maestra que es más buena que una bolsa de harina, le dijo que para recuperar la materia debía dar una clase especial sobre las aves que habitan la laguna La Zeta. Ella sabe que el abuelo es conocido en el pueblo por ocuparse de los pájaros. Desde que la esposa falleció convirtió su patio en un centro de rescate para aves heridas y enfermas. Lo que desconoce la maestra es que el abuelo, la última vez que lo visitó Marcos, lo echó porque después de darles de comer a los pájaros, se olvidó de cerrar la puertita de las jaulas de los pájaros carpinteros.
Marcos le pidió a Lila que lo acompañe porque sabe que la quiere mucho.
El viejo los ve parados al lado de la puerta del patio, después los ve espiar. Se acerca, abraza a su nieto, saluda a Lila, los escucha, qué buena idea la de la maestra, vamos al patio, a prestar mucha atención, trajiste a tu amiga y un cuaderno para anotar, miren que son muchas las aves que habitan la Laguna y yo aquí cuido a algunas.
El viejo se para frente a la jaula del pájaro carpintero, ¿te acordás? Este es el que dejaste escapar, pero volvió, miren el plumaje de la cabeza, rojo sangre y su pico, durísimo para cavar las cortezas de los árboles en busca de insectos. Ven, él está aquí por su pico enfermo. Lo liberaré cuando pueda valerse por sí mismo.
Después les muestra los rayaditos, los picaflores…Se detienen en cada jaula mientras Lila escucha atenta, dibuja y anota.
Marcos se para frente al Yal Negro, éste me gusta, grita y silba tratando de imitarlo. Agarra la jaula, ¿me lo prestás para llevarlo al colegio?, abuelo.
Sí mi hijito, es el único negro y con rayas. Con este aprobás, escuchá su canto, es el Gardelito de La Zeta, me alegra las mañanas, le dice sonriente, y agrega, eso sí cuídalo, aún está su ala enferma, ¿ves que tiene la cinta y el palito?
Lila lo mira seria y le dice, Marcos ¿por qué no elegís otro? Este es la alegría de tu abuelo.
Te prometo que lo voy a cuidar. Confiá en mí, le contesta Marcos, le tira un beso y se va saltando a su casa con la jaula que se bambolea de un lado a otro, mientras ambos silbidos se mezclan como en la sinfónica.
A la mañana siguiente, Marcos pasa a buscar a Lila para ir al colegio y le entrega la jaula, con vos va a estar mejor, le dice y ni bien entra se va al patio a jugar a la pelota con los demás compañeros. Lila camina hasta el aula y deja la jaula en el escritorio de la maestra, junto al cuaderno de apuntes. Va y viene del escritorio a la puerta. Todos los compañeros están en el patio. Marcos no aparece y a ella le dieron tres retorcijones consecuencia de la leche chocolatada. Llama a las amigas, desesperada, pero los ruidos del recreo tapan sus gritos. Llama a Marcos, tampoco la escucha. No aguanta más, sale corriendo al baño.
No más gritos, no más recreo. Lila regresa caminando por el patio, le llama la atención un sonido aflautado. Apoya la cara en el vidrio de la puerta y ve a Gardelito parado en el hombro derecho de Marcos. Los dos cantan a dúo mientras todos los compañeros los escuchan sin siquiera pestañear.