- Por Lelia Castro -
Clara María Torres Castaño de Evans nació el 28 de abril de 1930 en Corcovado. Con una infancia muy movida, a la edad de 3 años se trasladó con su familia a Comodoro, y de allí fueron hacia Palena donde residieron por unos cuantos años.
“Tuve una infancia muy buena”.
De esos primeros años, Clara recuerda especialmente la educación que recibió. Entre escuelas rurales aprendió mucho más de lo que era consciente. Con especial cariño tiene presente a una de sus maestras de aquella época: Julia.
“$9.500 costó nuestra casa”.
De Palena, la familia Torres Castaño se trasladó a Trevelin hasta instalarse definitivamente en nuestra querida ciudad de Esquel. Aquí, el padre de Clara compró una casa para que puedan vivir junto con sus 5 hermanos. La relación con sus padres de origen español era, según sus propias palabras, “de respeto”.
“Estoy quedando yo solita. Hace pocos días falleció mi hermana con 99 años”.
Hija de padres comerciantes, Clara señala las dificultades que acarreaba el hecho de transportarse desde Palena hacia Esquel para comprar las mercaderías que luego su familia comercializaba. Los largos trayectos eran recorridos, casi únicamente, en caballo.
“Nunca me dijeron: ‘No vas a ir al baile’, pero siempre con la mamá y con respeto”.
Una de las actividades que más gustó a Clara fue el bordado. Aunque reconoce que eso empeoró su visión, recuerda este hobby con mucho cariño. La llegada de sus hijos y la atención que demandaban hizo que lo dejara definitivamente. Sin embargo, no pudo abandonar la costura. Con un curso realizado por correo recibió el diploma con honores que aún hoy guarda y muestra con orgullo.
“A cada hijo le regalé una sábana bordada por mí”.
Gracias a su hermano Pedro, Clara conoció a su gran amor: Vicente Evans. Aunque se hizo esperar para estar segura de su decisión, nuestra entrevistada terminó por corresponder a la declaración de amor que Vicente le hiciera. Se comprometieron en abril y se casaron el mayo. Nunca se arrepintió de su decisión y juntos formaron una hermosa familia con 3 hijos: Mervyn, Jenny y Arnold.
“Estoy muy contenta de haber vivido mi vida muy bien”.
De su casamiento recuerda la cantidad de invitados (aproximadamente 300) y el vestido que ella misma realizó: “en ese tiempo se usaba mucho campana plato que arriba es ajustadito y abajo es ancho”.
“Yo era muy prolija para la costura, vos dabas vuelta un vestido del lado del revés y estaba tan prolijo casi como el derecho”.
Gracias al incentivo de su familia, Clara ralizó un curso de corte y confección por correo descubriendo su pasión. Estos saberes los pudo poner en práctica en su familia y ayudando a sus vecinos. En la actualidad se siente orgullosa por haber transmitido a sus hijos el arte de la confección.
“Enseñé la cultura del trabajo porque lo vi a mi padre enseñarle a mi hermano”.
Clara hoy disfruta del rol de “nain”: “soy otra chica más con los nietos”. Y, tal como les dice a ellos, también nos invita a nosotros a ser buenas personas porque de nada vale tenerlo todo si en el fondo no se tiene valores. Además, Clara reconoce la dureza de la vida en el campo y la ventaja que implica hoy en día tener estudios: “A los jóvenes también les diría que sean buenas personas, que sean honrados, que la plata hay que ganarla honradamente”.
“Siempre doy gracias a Dios, cuando me acuesto en la noche rezo por agradecida como estoy”.
Agradecemos a Clara y a sus hijos por abrirnos las puertas de su hogar y dejarnos conocer un poco sobre su vida y su familia.