La feria “La Trochita” es mucho más que un lugar para comprar: es un punto de encuentro, de expresión y de identidad para la comunidad de Esquel. Con el buen clima de este sábado como aliado, este espacio que históricamente se ubicó frente al galpón del emblemático tren patagónico, hoy creció considerablemente, extendiéndose por la avenida Presidente Perón y subiendo por Don Bosco, con más feriantes, visitantes y propuestas para disfrutar.
Lo que comenzó como una feria de escala barrial hoy se consolida como un paseo popular al aire libre, donde conviven la venta de ropa usada, artesanías, productos naturales, plantas, sahumerios y más, con expresiones artísticas espontáneas, como la música callejera que alegra las jornadas.
Un espacio que se transforma y suma servicios
El crecimiento de la feria es visible en el número de puestos y visitantes, y también en los servicios disponibles. Hoy cuenta con baños químicos dispuestos por el municipio y con el acompañamiento de Seguridad Vial.
La feria logra sostener su espíritu comunitario, manteniendo el acceso libre, la diversidad de productos y el carácter autogestivo de los feriantes.
Historias que laten en cada rincón
Entre los tantos puestos que dan vida a este colorido paseo, aparece Nahuel Miguel, vecino del barrio 28 de Junio. Vende ropa usada en buen estado, pero su presencia va más allá del comercio. “Traigo la guitarra para no aburrirme, y siempre se arma algo. Algunos pasan, se quedan, escuchan. Otros músicos se acercan, tocan. Es un lindo lugar para compartir”, cuenta.
“Es un lugar donde uno que es sencillo y humilde se hace querer rápido. Siempre hay movimiento, alguien saludando, alguien grabando. Es bueno venir, vender y compartir con los demás. A veces los días fríos me frenan porque se me arruina la guitarra, pero en los días lindos esto se llena”, agrega con una sonrisa, mientras deja escapar unos versos al aire que muestran su talento.
Un plan ideal para pasar la tarde
La feria ofrece una opción accesible para comprar, y también un ambiente ameno para pasar la tarde, disfrutar de la vista cordillerana y ser parte de un encuentro donde siempre pasa algo: una charla, una canción, una sonrisa compartida.
Además de ropa y artesanías, hay productos locales hechos a mano, y un espíritu que invita a quedarse un rato más. Nahuel lo resume bien: “Es un lugar para hacerse visible, para armar música, para conectar”.
O.P