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17 de Agosto de 2025
opinion |
Marisa Gomez

Lo más importante ocurre el treinta y uno de diciembre

Por Marisa Gomez. 

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Lo más importante ocurre el treinta y uno de diciembre a las doce de la noche del otro lado de las vías.
Los Sánchez Iraola viven de este lado de las vías y cada treinta y uno de diciembre observan, impávidos, indignados, la guerra de petardos, rompe portones, morteros, bengalas, y cañitas voladoras que se desata del otro lado de las vías. 
Ellos durante años educaron a sus tres hijos para que no participen del evento fruto de la piratería. Pero Alfredo, el hijo mayor no parece hijo de esa familia y a escondidas, detrás del paredón, junta botellas vacías, las ubica en fila, coloca las cañitas voladoras y mientras los grandes brindan, chocan las copas, comen pan dulce, budines, él las enciende y corre. 
Se escuchan los silbidos, revientan los colores en el cielo. 
Los grandes siguen los festejos. Alfredo le entrega una estrella a la hermana del medio, le pone otra en la mano al hermano más chico. Y las enciende. Los dos las hacen girar, saltan las chispas, la pólvora les iluminan las caras. 
Al hermano más chico le cuesta entender aunque hace igual el círculo, pero no sigue la secuencia, de izquierda a derecha, como le explicó Alfredo. 
Se oye un grito que  deja a los grandes con el pecho abovedado. 
La hermana del medio cae de arrodillas y el más chico revolea la estrella. Después corre, se esconde debajo de la mesa del living y golpea su cabeza contra la madera.
La hermana llora y grita. Los padres discuten con Alfredo. El abuelo agarra la hielera, su esposa busca el Pancutan y entre los dos le sacan las manos de la cara a su nieta. 
Sos un inconsciente, vos naciste para vivir del otro lado de las vías, no aprendiste nada de todo lo que te enseñamos,  mirale la cara a tu hermana y  lo asustado que está tu hermano, le dice el padre a Alfredo.
Los abuelos agarran a su nieta que se mueve como una serpiente y grita como un chancho jabalí, le limpian la cara con una gasa mojada en agua helada. Le ponen Pancutan en la frente, en el cachete derecho y la nariz. 
Los padres siguen sermoneando a Alfredo que los mira como quien observa salir el sol al amanecer, hasta que el abuelo interviene.
No sigan, no escucha. Ya sabemos que mi nieto, el más chico es raro, pero también sabemos que no tiene la culpa. El responsable aquí, es este grandulón, sin seso. Además debemos agradecer que la casa se salvó, y que los cohetes y las cañitas no llegaron a los ranchos, sino los de enfrente nos estarían quemando vivos, grita el abuelo, se ríe y acomoda el habano cubano del otro lado de la boca.
La hermana no se mueve del sillón y se queda dormida. El hermano más chico se hizo una bolita y no sale de su escondite.
Alfredo saca la bolsa llena de pirotecnia de debajo de la cama y cruza las vías. 
Los padres y abuelos lo ven desaparecer entre las casuchas de la villa. 
Andá, andá, ahí es dónde debes estar, dice el abuelo.
 

 

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