RED43 opinion
28 de Septiembre de 2025
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Marisa Gomez

Esa te va a cuidar más que yo

Por Marisa Gómez. 

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Sol oye el despertador, se levanta, se acerca a la cocina y como todas las mañanas limpia los platos apilados con restos de comida, para que las hormigas no se adueñen de la cocina. Calienta el café y descubre en el suelo el pastillero. Lo levanta, lo mueve, lo abre, está vacío.  
¿Cómo lo encontró?, se pregunta. Seguro fue anoche, mi madre revolvió toda la casa cuando estaba cursando en la universidad. 
Mamá, despertate, sentate, ¿de nuevo tomaste esa medicación que te aniquila? Dale, en la cocina está el café. 
Su madre parpadea. Sol insiste. 
Mamá, por favor, no me hagas esto. Me tenés harta. 
La madre se despierta pero el cansancio en los brazos, la pesadez en el cuerpo y la cabeza, la angustia en el pecho, la tristeza dada vueltas en la garganta y la amargura escondida detrás de los ojos, no la dejan sentarse. 
Sol se esfuerza para colocar su espalda apoyada en el respaldo de la cama.  La acomoda derecha, la zamarrea y le grita.
Mamá, por favor, mirame. Vos me lo prometiste. 
La madre abre sus ojos celeste cielo, se acomoda el cabello largo lacio, la abraza y le dice, tenés razón Sol. Yo te prometí que las dos saldríamos adelante y me acostumbraría a estar sin tu padre, que dejaría esa medicación. Pero lo extraño, no puedo vivir sin él. 
Llora como una nena. 
Sol la observa y le dice, terminala mamá, siempre lo mismo. ¡Cansás! No entendés que papá años hizo una doble vida hasta que te dejo, la incrimina. 
La madre se seca las lágrimas con las mangas del camisón, se levanta, se baña, se viste, se pinta y por último se propone esconder las ojeras para recuperar las facciones de muñeca. 
Sol mira el café que la madre no tocó porque revisa el aparador, luego los cajones, sigue con la repisa, y por último inspecciona la despensa. ¿Dónde escondiste las pastillas?, le grita a Sol que no le contesta. 
¿Dónde pusiste la caja?, le vuelve a gritar, perdón, perdoname, no quise, solo necesito una, me calma. Se acerca a los cajones del aparador, los abre, rebusca entre los repasadores, después llorisquea.
Sol se acerca, me mentiste, le grita.
No, le contesta y vuelve con los llantos como si fuese un bebé hambriento.
Sí, papá me escribió que vos le pediste que viva con él. Tengo dieciocho años, mamá. 
Es un tiempo, te lo prometo, le dice mientras sigue llorando. 
No voy a ir a vivir con papá, ya te lo dije mil veces. Vivir con papá sería vivir con esa cara larga de vaca empantanada. No quiero. 
Debo internarme, lo sabés. Sola no resulta.
Es la mejor decisión en años mamá. Lo tenés que hacer, pero no me obligues a ir con papá y esa. 
Esa te va a cuidar más que yo.  
Esa no es mi madre.
Yo tampoco soy una madre.
 

 

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