María Isabel Aguirre de Sánchez pasó otra noche sin dormir. Se levanta, va al jardín, se para delante del rosal y se queda mirándolo por más de una hora. El esposo la observa preocupado, y al acercarse le pide que se calme que tiene que manejar las obsesiones y ansiedades, como le dijo el médico.
Ella tira la cabeza hacia atrás, revolea los ojos, los deja blancos y apuntando a su marido con el dedo índice, le dice, Iván siempre será nuestro bebé. Javier se ríe e insiste en que su hijo ya es un hombre, que él ya la eligió. Además son iguales, medio hippies, zurdos o como le quieras llamar. Y ya le dije que en dos días tiene que estar acá. Se terminaron esas vueltitas por el mundo. Lo quiero en la empresa o lo echo a la calle.
María Isabel se muerde el labio inferior y mira de nuevo su reloj de oro. Tenés que distraerte, llamá a alguna de tus amigas, vayan a comer o al shopping, insiste Javier. María Isabel le pregunta si tiene reunión con los socios. Javier le responde que sí, que ya se lo preguntó un montón de veces. Tienen que ponerse de acuerdo para empezar el plan de modernización de las instalaciones.
Cerca del mediodía, la silueta del auto rojo de Alma aparece en la entrada del campo.
María Isabel está parada en la galería debajo de la Santa Rita desde hace dos horas, sonríe. Alma estaciona entre las dos columnas. María Isabel la invita a sentarse en la galería abierta, le ofrece una limonada, gracias, por venir, te quería conocer mejor ahora que vas a ser como mi hija y que Iván te quiere tanto. Nos debíamos un encuentro a solas ¿no?, le dice, y abre un álbum lleno de fotos.
Alma toma unos tragos cortos. Tiene un sabor extraño. Le pregunta a María Isabel qué le puso. Yerba buena, el limón y un toque de jengibre, servite más, querida.
Después la invita a dar una vuelta por la estancia para que conozca lo que también será suyo cuando Iván herede. A Alma no le gusta María Isabel, sabe del apego enfermizo que tiene por Iván y las cosas que les hizo a las otras novias para ahuyentarlas, el mismo Iván se lo contó. Además se siente descompuesta, piensa que son los nervios.
María Isabel la agarra del brazo con fuerza y la lleva por el camino que va a las chancherías. Le cuenta sobre el nacimiento de Iván, cómo lo cuidaron, los colegios en los que estudió, los lugares que frecuentaba, las ropas que usaba, los autos que conducía, las novias que tuvo...
Alma siente que el calor le bajó la presión, la voz de María Isabel le llega como si estuviese muy lejos, va y viene.
Los bocinazos de la camioneta de Javier irrumpen en el momento en que María Isabel forcejea con Alma al lado del chiquero. Los alaridos de su esposo la detienen. Javier se baja corriendo, estás loca, le grita, mientras la zamarrea y la separa de Alma. Se acerca a la joven y la abraza. Se da vuelta en busca de María Isabel y la ve parada al lado de la camioneta con el revólver que lleva siempre en la gaveta.
No, por favor no, le implora, pero se da cuenta por su cara que no lo escucha. Salta y se interpone delante de Alma.
Un tiro retumba entre los corrales.