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30 de Mayo de 2016
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LA CÁRCEL DE USHUAIA

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Un enorme edificio frente al mar. Una mole que fue destinada, más que a encerrar delincuentes, muchos de ellos peligrosos por cierto, a degradar al ser humano. Hoy es un Museo que no sólo alberga datos y elementos propios de esa vieja y cerrada cárcel histórica sino también aspectos de la vida naval fueguina. Se la visita y además, y esto es extraordinario, los turistas pueden participar de un recorrido inusual: se armó una obra teatral basada en las características del presidio en los años ’30 y dos “guardiacárceles” (excelentes actores) los van conduciendo por las galerías y les “explican” las condiciones de vida interna… Los turistas son los “nuevos presos” y deben adaptarse en cuarenta y cinco minutos al encierro, bajo gritos e imprecaciones que no llegan a la violencia física pero se acercan con notable profesionalidad…
Más allá de esta experiencia optativa, la visita guiada y sin guías es maravillosa desde lo histórico. Fotografías de la cárcel en construcción, del trencito de los presos, de las visitas oficiales y no oficiales durante largos años, de la vida en los pabellones, todos organizados en celdas pequeñas y frías, más los muñecos de cera que representan a algunos de los peores asesinos de la historia del delito en Argentina, como fue el caso del “petizo orejudo”, y uno de los más controvertidos terroristas, el anarquista Simón Radowitzky, el que a los 17 años le colocó una bomba al coronel Ramón Falcón, asesino de obreros, en su propio carro.
Aquellos que ven cine argentino podrán apreciar sus instalaciones en la película LA FUGA; algunas de sus escenas se filmaron allí, representando a la cárcel de Palermo, en avenida Las Heras, hace tiempo demolida. El cierre de la de Ushuaia la decretó el presidente Perón el viernes 21 de marzo de 1947. El vagón verde que se había construido para su visita quedó como parte de las reliquias en el patio del presidio-museo, sin que el general lo hubiese visitado.
En 1883, Roca remitió al Senado un proyecto para crear una Colonia Penal en el sur más austral para repoblar zonas inhóspitas (claro, ya las había mandado despoblar con las armas eliminando indígenas, tarea que bien supieron completar los Braun Menéndez). Los voluntarios no abundaban y por ello la tarea recayó en los presos. La ciudad (un poblado miserable en un principio) fue creciendo alrededor del presidio. Luego construyeron el faro, hoy llamado “del fin del mundo”. Y se trazó el proyecto de una escuela de oficios con huérfanos de todo el país… ¿Poblar el sur fueguino después de matar indígenas era una misión o un castigo?
La Memoria escrita por el diputado socialista Ramírez es escalofriante. Convivieron allí el mayor asesino serial con un ladrón de gallinas; un anarquista autodenominado justiciero con soldados que se rebelaban contra oficiales golpeadores; los entonces llamados “chicos de la calle” con ladrones peligrosos… Frío, comida magra, despotismo de los guardias, régimen de esclavitud, trabajos a la intemperie (ir al bosque y trozar leña para la cárcel y el pueblo), nada de visitas, y siempre algún muerto, también por golpizas o venganzas… Y por supuesto, las fugas impensadas que igualmente se concretaban, pero los intrépidos encontraban la muerte por frío o hambre; a veces se entregaban porque necesitaban regresar para sobrevivir…La fuga más célebre fue la de Radowitzky, anunciada el 7 de noviembre de 1918 por los diarios porteños. Lo ayudaron otros anarquistas; planificaron la huída por mar, contratando a un contrabandista. Radowitzky salió por la puerta principal con el uniforme de guardiacárcel y se embarcó en una goleta. Anduvo veintitrés días navegando por los canales del sur chileno hasta que la marina trasandina lo tomó cerca de Punta Arenas. Como preso, se ganó el respeto de sus pares y llegó a liderar una huelga de hambre hasta obtener la supresión de la tortura; apoyaba a los enfermos de la cárcel con dinero recibido desde Buenos Aires. Tras diecinueve años preso en Ushuaia, en 1930 salió en libertad, junto con otros 110 presos, indultado por Hipólito Yrigoyen y apoyado por la esposa (también anarquista) del dueño del diario “Crítica”, Natalio Botana.
En el presidio hubo un periódico manuscrito de breve duración: “EL LORO”, una hoja que circulaba de mano en mano. La censura impedía otras noticias que no fueran deportivas y a veces, algunos poemas.

 

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