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“Si no fuera por el atletismo, hoy estaría preso”

Lo señaló Martín Ñancucheo, quien ostenta el título más importante: es el campeón de la vida

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No tiene ninguna medalla olímpica. No ha participado en ningún mundial. Pero todos lo recuerdan, lo tienen como referente y como ejemplo en eso de caer y levantarse.

 

Martín Ñancucheo no nació en la abundancia. De hecho, tal vez su única comida del día haya sido lo que le brindaban en la Escuela 24.

 

Nada de su infancia fue fácil. Caminó en los límites de la vagancia, el ocio, las adicciones y las malas juntas.

 

Lo más cercano al atletismo en su infancia fue en lanzamiento, el lanzamiento de piedra a los pobres pajaritos.

 

 

El barrio Bella Vista fue y es su lugar en el mundo. Merece un mural. Una pared de la escuela 24 debería tener un mural de él.

 

Hace 35 años que vive allí. Y el deporte lo rescató. El atletismo le abrió una ventana al mundo que solo, por sí solo, no hubiese llegado.

 

Arrancó en los inicios de la Escuela de Atletismo Awkache. José Medina lo incentivó para que se acerque a la pista para correr, para ser libre.

 

No fue de un día para el otro. José tuvo que insistir e insistir para que se acerque a la pista.

 

 

Cuando ganó su primer trofeo, en una prueba aniversario de Esquel, se sintió por demás orgulloso. Intentó jugar al fútbol, pero con el atletismo conoció lugares y gente. Con el atletismo se hizo un nombre, se hizo hombre y formó una familia.

 

Con el atletismo consiguió un trabajo estable y con ese trabajo estable pudo construir su casa.

 

No participó en ningún juego olímpico. No le hizo falta. Él tiene otros resultados, tal vez mejores que lograr ser un corredor olímpico o un atleta mundialista.

 

 

Martín Ñancucheo es el campeón de la vida. Y todos lo reconocen como tal. Tal es así que Franco Peláez, documentalista y contador de historias de vida, lo reflejó en un documental que vale la mira mirar, disfrutar y saber que al lado nuestro, a la vuelta de la esquina, puede haber otro Martín Ñancucheo que necesita de un abrazo, de una palabra de aliento y de la oportunidad que tal vez la vida se la esté negando.

 

El deporte nos hace mejores personas. Y la historia de Martín Ñancucheo es una muestra cabal de ello.

 

 

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