Desde la más remota antigüedad, los seres humanos han sentido admiración, respeto y curiosidad por la sangre; dan testimonio de ello las pinturas rupestres conservadas hasta nuestros días.
Las cuevas de Pindal (28.000 a C) en Pimiango, acantilado costero del valle del Cares Devas, sobre el Mar Cantábrico, Asturias, reflejan este vetusto interés: sobre una roca puede observarse el contorno de un mamut y con color rojizo se señala el lugar del corazón, donde el hombre de aquel tiempo plasmó su trascendental descubrimiento.
Creer en el poder mágico de la sangre no fue difícil, al observar que la pérdida de ésta coincidía con la pérdida de la vida; tampoco fue difícil creer que era el asiento del alma y menos aún creer en sus propiedades revitalizadoras, es decir, como sinónimo de vida.
Este pensamiento originó, lógicamente, múltiples conductas, como los baños en sangre animal en el Antiguo Egipto o tal cual narra el escritor romano Plinio en su “Historia Natural”, cómo se arrojaban a las arenas del circo a beber sangre del gladiador herido.
Desde aquella época en donde el poder mágico de la sangre estuvo en el centro de la escena, se pasó a una, en donde, se da comienzo al ensayo empírico sin un fundamento científico; plagado de frustraciones y adversidades.
Se practicaron transfusiones de sangre entre animales, entre sangre de animales al hombre con la creencia que con ello se transmitiría fortaleza, agilidad, resistencia. Estas prácticas se generalizaron en distintos países con resultados claramente desalentadores.
Habiendo evaluado los resultados obtenidos, la facultad de medicina de Paris en el año 1668 prohíbe esta práctica diciendo: método monstruoso que amenazaba la existencia de la especie humana, práctica bárbara evocadora del canibalismo. Se ingresa a una etapa de quietud con actos clandestinos experimentales.
El año 1818 marca el renacimiento transfusional con el Dr James Blundell, logra infundir sangre humana en pequeñas fracciones a su paciente convaleciente usando jeringas. Esta técnica rudimentaria no exenta de complicaciones se fueron perfeccionando con nuevos equipamientos interpuestos de modo directo entre el brazo del donante y el receptor.
Los efectos adversos y la mortalidad transfusional no cesaron, hasta que en la ciudad de Viena, Austria, en el año 1901 el Dr Karl Landsteiner, describe el sistema de grupos sanguíneos ABO , marcando un ante y un después en la medicina transfusional.
El Prof. Dr Luis Agote en el año 1914, logra un hito histórico para la humanidad, en el Instituto modelo de clínica médica del hospital Rawson (CABA),encuentra la proporción exacta entre el citrato de sodio y la sangre para volverla no coagulable fuera del cuerpo. Descubrimiento trascendental para la creación de los primeros bancos de sangre.
Hoy la donación de sangre es un derecho que debe ser promovido, alentado. Se encuentra amparada por la Ley Nacional de Sangre 22.990.
En nuestra época, la preocupación mundial se centra en dos grandes pilares: uno es incrementar el número de dadores de sangre, con la finalidad de lograr cubrir las necesidades específicas de los pacientes y el otro, poner el máximo esfuerzo a los fines de mejorar la calidad de los productos donados.
La Organización Mundial de la Salud decretó “ Día Mundial del Donante de Sangre” en honor al natalicio del Dr Karl Landsteiner un 14 de junio de 1868. También fue premio nobel en Medicina.
Dr Mario Jorge Catalán MP 1384