El camino de Alejandro en el judo
A primera vista, la vida de Alejandro Mansilla parece un compendio de oficios. Pero cuando habla de tatami, agarres y respeto, aflora su verdadera pasión: el Judo. A sus 47 años, Alejandro no solo es un campeón argentino, sino un punto de referencia para las nuevas generaciones de Esquel y Trevelin, una prueba viviente de que la edad es solo un número cuando la disciplina y los valores se ponen al servicio de un sueño.
Un comienzo "tardío y picante”
La incursión de Mansilla en las artes marciales fue casi accidental. "Empecé grande, en 2009", confiesa, empujado por un compañero de trabajo que veía en él "condiciones, la altura y la constancia" en la actividad física. Sus primeros pasos fueron de "picoteo", en un galpón con tatami casero, observando. Pero cuando el Maestro Jorge Heitzmann lo tomó bajo su ala, su camino se definió.
"Yo soy una persona que cuando me decido, me gusta preocuparme en todo: gimnasio, alimentación, siempre pensando en la posibilidad de competir", explica. Tres años de entrenamiento intenso forjaron su debut. En 2012, viajaron a Catamarca, con esfuerzo "a pulmón", y su maestro lo anotó en la categoría más exigente, la "picante": Kyu Novicio, más de 100 kilos.
El resultado fue una sorpresa, aunque un deseo muy fuerte y la confirmación de su compromiso: Mansilla ganó todas las luchas y se consagró Campeón Argentino 2012.
"Salí campeón argentino, primer campeón argentino de Judo en la cordillera, porque el judo estaba recién retomando, recién se estaba incorporando acá. Creo que eso me sirvió, que es lo que transmito yo a mis alumnos ahora: intento que esa cabeza se enfoque."
El legado de la enseñanza y los valores
La huella de Heitzmann es innegable. Mansilla recuerda la "terrible capacidad de mi maestro en su experiencia" y cómo ese mentor lo ayudó a preparar su físico y su mente. Hoy, él es quien replica ese modelo.
Su rol como maestro no es solo técnico, sino social. Relata con orgullo cómo sumó a la disciplina a Iván, el padre de Thiago Hughes, a quien conoció en el Regimiento y la Municipalidad. Thiago, de 17 años, es hoy una de sus promesas, y entrena junto a sus dos hermanos menores. Para Alejandro, el judo es una herramienta de vida: "La idea era que esto crezca, siempre con la mentalidad de que crezca sin nada que perjudique la disciplina", afirma.
Su compromiso con el crecimiento del judo lo ha llevado a remar contra la corriente, mudándose desde un club de barrio con tatami de goma eva hasta pelear por espacios más adecuados, incluso tras un desplazamiento del estadio municipal.
"Gracias a Dios trato de ser buena persona y creo que eso me ayudó con la posibilidad de estar ahora en Kraken. Lo primero que hago es mandarle un mensaje a Gustavo ‘Pollo’ Marín y me abre las puertas."
En este nuevo espacio, en alianza con el "Pollo" Marín para la preparación física, ha potenciado a competidores como Thiago. "Mucho del logro que ha tenido Thiago es porque él va a una preparación física exclusiva sobre el judo", detalla, destacando la importancia de la planificación y la sinergia.
Un hombro amigo en Trevelin
La resiliencia de Mansilla se pone de manifiesto en cada obstáculo superado. Cuando en un momento se quedó sin espacio en Esquel, Trevelin le abrió los brazos.
"Yo, por supuesto, acostumbrado a siempre remarla, digo de a poquito a poquito algo va a salir", comenta sobre su inicio en Trevelin con un piso no adecuado. Gracias a gestiones y un golpe de suerte, pudo conseguir un tatami de lucha grecorromana que reacondicionó él mismo. "Lo hice como mi rinconcito, tengo todo tuneado con bandera, y el judo está cambiando, hemos mejorado muchísimo gracias a ese piso."
Pero más allá del espacio físico, su compromiso con Trevelin tiene un anclaje personal y profundo: "Yo siempre les digo que agradecido con Trevelin, que me banca ahora y me bancaron en el momento de, como fui donante de riñón. En el momento ese que yo necesitaba el aguante de esperarme a que yo me opere, que me recupere, me siguieron bancando. Se los tengo recontra marcadísimo."
Alejandro Mansilla sigue entrenando y enseñando con la convicción de que el legado debe perdurar. Su meta es sencilla, pero poderosa: que el día que él deba retirarse, "alguno de los chicos sea profe y sigamos, con la misma mentalidad de mi maestro que me transmitió." Un hombre que ha ganado en el deporte, en la vida y en la gratitud, demostrando que la verdadera victoria es la que se comparte y se inculca a las generaciones nuevas de judocas.
E.B.W.