- Por Lelia Castro -
Bernardino “Toto” Díaz nació y se crió en Río Percy y nunca dejó ese rincón patagónico donde aprendió los valores esenciales del trabajo, la familia y la humildad. Además de ser carrero de toda la vida, es el dueño de “Piedra la Aguja”, un proyecto que lleva adelante con orgullo y dedicación.
“La tarea de un carrero era ir con el hacha al monte, buscar leña, cargar los carros y salir a vender”.
Hijo de un carrero, heredó desde niño un oficio duro pero lleno de sentido. Cuando comenzó a desarrollarlo, los viajes hasta Esquel podían durar dos o tres días: “Son 5 horas de viaje para ir y para volver”, recuerda Bernardino.
“Yo a parte de mis hijos los crié con los carritos”.
La cultura carrera es para él una herencia que no quiere dejar morir. “Tengo el carrito, tengo todos los aperos… Siempre estamos luchando todos los años para hacer la fiesta del carrero, para no perder la cultura”, cuenta con emoción y el orgullo de quien sabe que su vida fue importante.
“Me gusta recordarlo y me gusta mantener algo”.
Los valores que Bernardino recibió de sus padres siguen marcando su camino: “Nos enseñaron que siendo trabajo, uno tiene que ejercerlo para sustentar a la familia”. Pese a las dificultades, asegura que “nunca bajaron los brazos” y que, incluso en tiempos en los que “a veces había para comer y a veces no”, nunca faltó un plato en la mesa.
“Mi papá siempre fue carrero”.
Entre los recuerdos más tiernos aparecen los sabores de su infancia. Habla de su mamá con nostalgia cuando menciona la pancutra: “Hacía esa comida tan rica… lo más económico, más barato”. Y también las tortas fritas “que quedaban como una raspadita”. Cuando le preguntan si le gustaría volver a probarlas, no duda: “Me gustaría diez mil veces, pero ella ya partió hace varios años”.
“Ellos nunca dejaron de luchar por criarnos a nosotros”.
Al preguntarle por su infancia y las formas de divertirse, Bernardino recuerda que sus juegos de niño fueron simples y felices: el trompo, la bolita, la payana y las tardes en las que salir a cazar pajaritos “era como un juego”.
“Nosotros lo que podemos agradecer a nuestros padres es que nunca bajaron los brazos y que siempre, más allá de lo duro que era el trabajo, nunca nos faltó un plato de comida”.
Hoy Don Toto mira con asombro y algo de temor el avance de la tecnología: “En esos tiempos no había comunicación. Si querías llamar a alguien pegabas un grito o un chiflido”, dice entre risas. Aunque celebra los beneficios del internet rural, advierte que “el celular se puede usar para bien y para mal, perjudica la mente”. Por eso aconseja a los jóvenes: “Si aparece alguna red media rara, mejor apagarlo y listo”.
“Nosotros tenemos internet ahora acá en nuestra casa, acá en el campo tenemos internet, para nosotros es una bendición”.
Al final, Don Toto se despide con esa calidez que lo caracteriza: “Espero que esto te ayude a reflexionar algunas cositas… Que Dios te bendiga mucho”.
“Yo, la verdad que nací y me crié acá, en este lugar y todavía estoy acá, gracias a Dios”.
Esta entrevista se realizó en Alto Río Percy, donde Magalí, una alumna entusiasta y curiosa, se animó a dar sus primeros pasos en el periodismo. Su interés por el trabajo que realiza Red43 la llevó a tomar el grabador, preguntar con respeto y sensibilidad, y construir un diálogo cargado de historia y emoción.
Agradecemos a la directora de la escuela, Silvina Quinteros, por invitarnos a compartir con la comunidad educativa de Alto Río Percy, a Magalí, por animarse a preguntar y a Don Toto por responder con tanta transparencia y honestidad.