Lo que comenzó como una inquietud personal de Federico Urquizú por coleccionar objetos vinculados a la nieve, se transformó hoy en una realidad colectiva. El nuevo Museo de Esquí de Esquel abrió sus puertas, presentándose como una herramienta vital para reafirmar la identidad local. "Empecé a juntar cosas hace mucho . luego se sumaron Arturo de Bernardi y Pablo de la Fuente, y arrancamos", relató Urquizú.
Herramientas del pasado para el turismo del futuro
Para Arturo de Bernardi, referente del sector turístico, el museo no es solo una mirada hacia atrás: "Estoy convencido de que esto va a ser significativo en el futuro. Esquel está totalmente ligado a la montaña; lo que hagamos con ella de aquí en más definirá lo que será la ciudad". De Bernardi aportó a la colección piezas invaluables, como un pisa-nieve en miniatura regalado por la fábrica suiza Kässbohrer, bastones y fotografías que datan de 1945.
Por su parte, Pablo de la Fuente destacó que el museo busca "restituir el pasado para que la ciudad tenga futuro". Según su visión, Esquel vive en una transición geográfica única que debe ser preservada. "Los esquíes son como historias de vida; antes se heredaban entre hermanos como los guardapolvos. Hoy nos toca a nosotros llevar 'a caballito' a los más jóvenes para mostrarles lo que hubo y lo que hay que cuidar", expresó con emoción.
La época de los esquíes de lenga y el ingenio local
Uno de los sectores más fascinantes del museo es el que muestra la evolución tecnológica. En los años 40 y 50, ante la dificultad de importar equipos, Esquel contaba con sus propios fabricantes. Carpinteros locales como Raúl Mera, Emilio Clery y Billy Hafner fabricaban esquíes de madera de lenga tomando como modelo un par llegado desde Alemania tras la Segunda Guerra Mundial.
"Éramos chicos y fabricábamos nuestras propias fijaciones", recordó De Bernardi. "Usábamos correas de cortinas de enrollar que comprábamos en los comercios locales y collarcitos para perros como punteras para que no se saliera la bota. Los esquíes de madera nos duraban una temporada porque se redondeaban, pero así se comenzó". Actualmente, el equipo trabaja en la creación de una réplica de los trineos de madera de alerce que fabricaba un vecino de apellido Manrique en el barrio Don Bosco, cuando los chicos se deslizaban por la Diagonal Castellani.
Un espacio abierto a la comunidad
El museo exhibe desde antiguos equipos de madera hasta la modernidad de las bases plásticas y cantos metálicos. Entre las piezas destacadas se encuentran motos de nieve y pisa-nieves.
Federico Urquizú hizo un llamado a la comunidad: "Para los que tienen cosas en un galpón o llenas de tierra, nosotros les damos valor, las registramos y las exhibimos, ya sea como donación o préstamo". Respecto al funcionamiento, el objetivo es habilitar el espacio bajo la nueva ordenanza municipal de centros culturales privados, con el deseo de recibir visitas guiadas de escuelas: "Me encantaría que los chicos vengan para transmitirles este nexo entre el pasado y el futuro", concluyó.
El museo no es solo una exhibición; pretende ser un lugar de encuentro donde, entre mates y café, los "memoriosos" sigan aportando datos para completar el ADN de una ciudad que se reconoce en su paisaje y su historia.
F.P