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24 de Agosto de 2025
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Susana Pacheco: la fuerza de una madre

Desde Zapala a Esquel, la historia de Susana es la de muchas madres que crían con coraje. Junto a su hija Vanina, comparte panificados y enseñanzas que nacen del amor y la resiliencia. 

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- Por Lelia Castro -

 

En una cálida casa de Esquel, donde el olor a pan casero nos da la bienvenida, Susana Pacheco abre no solo las puertas de su hogar, sino también las de su corazón. Con una vida atravesada por el esfuerzo, el amor incondicional y las ausencias, Susana construyó una familia a fuerza de lucha, coraje y ternura. Su historia, como la de tantas otras madres, merece ser contada.

 

“Nací en Zapala, soy neuquina, estuve mucho tiempo en San Martín de los Andes y por último caí en Esquel... y acá me quedo”.

 

Susana creció en una época dura, marcada por el trabajo desde muy chica. “Una infancia como las de antes... trabajando desde muy chica, tratando de salir adelante como se podía”, recuerda. Su abuela Elisa, una figura clave en su vida, ocupó el rol maternal y le enseñó todo lo necesario para salir adelante: “Yo a mi abuela la adoraba”, nos cuenta. 

 

“Yo recuerdo salir a juntar leña, cortar leña con el hacha, y tener siempre el cajón con la leña para poder mantener el fuego prendido”.

 

Quizás los pancitos con merengue que le hacía su abuela fueron los que la terminaron llevando a trabajar hoy de la panadería. Sin embargo, la ternura de esos recuerdos contrasta con la ausencia de espacios para la adolescencia: “No me dejaban salir, así que lo que es baile siendo adolescente nunca supe de qué se trataba”.

 

“Empecé a trabajar a los 13 años y no paré más”.

 

La maternidad llegó temprano, y no de manera sencilla. A los 21 años, con tres hijos pequeños y la pérdida de su suegra, debió hacerse cargo de una casa completa. La llegada de Vanina, su hija con síndrome de Down, marcó un antes y un después: “Fue duro el golpe por la forma en que me dijeron”. De estas épocas, Susana recuerda especialmente el impacto del diagnóstico y la falta de empatía médica. Tampoco olvida que su atención volcada a Vanina afectó a su hijo mayor, Jorge. Sin embargo, espera haberlo compensado y trabaja diariamente para lograrlo. 

 

“Tuve que ir aprendiendo a cocinar, a hacerme cargo de mis hijos y de una casa, que no es fácil. Capaz que por ahí algunos lo ven como normal y para mí no fue normal porque fue como de golpe mucho, pero bueno, creo que dentro de mis posibilidades logré salir adelante”. 

 

Aun así, se desborda de orgullo al hablar de sus tres hijos: Jorge, apasionado por los autos; Vanina, amante de los gatos y muy buena persona; y Martín, el “catrasco” del grupo, hoy abogado. Además, Susana es hoy la flamante abuela de Martina y Estanislao. 

 

“Me encontré con personas que me fueron acompañando y me fueron guiando porque a veces uno cuando es mamá de una persona con discapacidad piensa que sólo le toca a uno y no es así”.

 

Después de un tiempo, Susana encontró un nuevo rumbo trabajando en la pileta, un espacio que le ofreció mucho más que un empleo: “La verdad es que para mí fue una época de mucho aprendizaje. Aprendí a compartir mucho con las personas con discapacidad”, comenta. 

 

“Vani estuvo yendo a la escuela N° 510. Aprendió a hacer panificados. Ella y un montón de chicos más hacen muy buenas elaboraciones. De hecho, nosotros estuvimos en algún momento con ‘Pani Esperanza’ y ellos elaboraban unas cosas riquísimas”.

 

Hoy, Susana y Vanina cocinan juntas y venden productos caseros: “Ella me ayuda con las pizzetas o las prepizzas, si hay que asar los bollitos también me ayuda. No se las lleva de arriba”, comenta entre risas. Este emprendimiento nació de la necesidad, pero también como una forma de sostener una vida digna para ambas, ya que luego de una operación de córnea de Vani, Susana tuvo que jubilarse para poder cuidarla. 

 

“Tengo la posibilidad de poder hacer venta de panes integrales. Tengo mis clientes y trato de sobrellevar con eso, que a su vez de que nos sirve para el día a día. También el hecho de seguir conociendo gente y seguir haciendo lo que nos gusta a las dos”. 

 

Como muchas madres, la preocupación por el futuro no cesa y Susana siempre se pregunta qué pasará con sus hijos cuando ella no esté, especialmente con Vanina. Aunque no tiene una respuesta clara, cada día lucha por dejarle no sólo un buen futuro sino porque ella misma sea capaz de salir adelante. 

 

“A medida que van pasando los años, esa pregunta cada vez pesa más: ¿Qué pasará mañana cuando no estemos? Porque es una realidad que nos toca a todos los padres, lamentablemente, y todavía no la tengo, no tengo la respuesta”.

 

A todas las mamás que atraviesan desafíos similares, Susana les deja un mensaje sincero: “No nos dejemos guiar por lo que nos dicen. Nosotros enfoquémonos en ellos: aprenden. Ellos aprenden lo que nosotros les enseñamos, tienen esa capacidad. No es fácil, de por sí la vida no es fácil, pero no hay que bajar los brazos”. 

 

Nuestro más sincero agradecimiento a Susana por dejarnos entrar en su hogar y abrir las puertas de su corazón para que conozcamos su historia. 
 

 

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