- Por Lelia Castro -
Oriundo de Los Cipreses, a 30 kilómetros de Trevelin, allí dio sus primeros pasos y cursó sus primeros años escolares. Sin embargo, a los 10 años, la familia Arbilla en su conjunto se instaló en el barrio Estación.
“En un campo de parques nacionales, ahí vivíamos. Cuando yo tenía 10 años, mis padres vinieron para el barrio y pusieron el negocio. Vivimos toda la vida en el barrio Estación”.
Su infancia quedó grabada en imágenes de trineos deslizándose por la avenida cubierta de nieve, banderas izadas con orgullo en la Escuela N° 24 y tardes enteras jugando fútbol. Pero el eje de su historia, como el de su familia, siempre fue el negocio. Yayi recuerda que su padre puso el almacén en el año 79’, y desde entonces no pararon. Hoy en día, tanto su hija mayor, como su nieto, forman parte del negocio familiar.
“Me acuerdo de la nieve en invierno. Nos largamos de arriba de la avenida, llegábamos casi hasta Gendarmería en trineo”.
Yayi describe a su padre Don Telmo como alguien “tranquilo”, y recuerda la entrega silenciosa de su madre, María Huberlinda: “Ella era chilena y mi papá era de la provincia de Buenos Aires”, nos cuenta, y agrega con gratitud y nostalgia: “Siempre comerciantes ellos y son los que me enseñaron el truco”.
“Mi mamá falleció en el año 99’, mi papá en el 2001. Yo me junté y tuve 3 hijos”.
Después vinieron sus propios hijos. Por el azar inexplicable de la vida, cuenta Yayi: “Uno ya no está con nosotros”. Y aunque sea imposible sanar esa herida, su nieto Giovanni apareció para iluminar sus días. Pese a los deseos del padre, Yayi considera que puede hacer de Gio un gran hincha de River.
“En un tiempo tuvimos tres negocios: uno en el barrio Bellavista, acá, y uno en la Fontana. En ese tiempo no había gas en el barrio, así que se vendía mucha leña”.
El negocio, mientras tanto, sigue abierto. Hoy por hoy, abren a las 9 de la mañana y cierran 22:30 hs. Sin embargo, Yayi recuerda los momentos en los que solían ir después de hora a buscarlo a su patio para comprar algo. Y Yayi siempre los atendió: “Porque no son sólo clientes, son amigos de toda la vida”. La libreta de fiado quedó en el pasado, ahora todo es tarjeta y casi nada de efectivo. Además, junto a su hija Fernanda, buscan nuevas formas de atraer y divertir a sus clientes con novedosos juegos cuyo premio son descuentos o la compra gratis.
“Tengo fotos del negocio, yo tenía 10/12 años, y ya estaba acá ayudándole a mis padres. Así que uno se va criando con eso”.
En el almacén de Yayi se vendía vino, harina y azúcar sueltos, se regalaba pan y verduras a quien no tenía, se formaban hijos entre góndolas, y todo sucedió entre risas y bromas. Lo cuenta como si fuera normal, pero lo suyo es extraordinario. La historia de un hombre que no se detuvo, ni ante las pérdidas, ni frente a la tristeza. “Gracias al negocio pude darle el estudio a mis hijos”, nos cuenta con emoción.
“Primero agradecer a todos los clientes que gracias a ellos uno puede ir creciendo, o en estos momentos manteniéndose, porque no está para crecer. Está muy complicado el tema del comercio, viene muy brava la mano”.
Al final, cuando se le pide un mensaje, no duda y, con su sencillez característica, nos recuerda: “Siempre se puede salir adelante. No quedarse con lo peor que puede pasar, que hay que luchar, salir adelante”.
Agradecemos a Yayi y a toda su familia por esta entrevista, ha sido un gusto y un honor poder escuchar su historia.