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14 de Septiembre de 2025
sociedad |

Roberto Walsh: historias que viajan sobre ruedas

El colectivero del Parque Nacional Los Alerces transportó más que pasajeros; en sus viajes supo llevar historias, sueños y encuentros. 

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En un tiempo donde la vastedad de la Patagonia desafiaba la conexión humana y la modernidad era una promesa lejana, emergió la figura de Roberto Walsh, cariñosamente conocido como “Beto”. Su vida, dedicada al oficio de transportista, no se trató solo de realizar un trayecto desde un punto a otro; sino de la construcción de un tejido social inquebrantable, un testimonio vivo de resiliencia y un vínculo profundo con los pobladores de la región. El 4 de septiembre de 1978, Roberto Walsh inició su servicio de transporte urbano en Esquel, marcando el comienzo de una era.

 

Alberto Walsh es colectivero del P.N Los Alerces desde hace más de 45 años.

 

En la década de 1980, con gran parte de la población patagónica sin acceso a vehículos propios, el colectivo de Walsh trascendió su función de simple medio de traslado. Se transformó en un sendero vital que unía comunidades enteras. “Era el medio de comunicación también”, recuerda Walsh con nostalgia, subrayando una época sin teléfonos celulares, donde la señal de radio era el único vínculo; remarcando que aún hoy, en ciertas zonas del Parque Nacional, la comunicación es escasa.

 

En su labor, realizaba entregas de encomiendas y encargues entre los pobladores de la zona.

 

La labor de Beto iba mucho más allá del transporte de pasajeros. Se convirtió en el mensajero y proveedor esencial para innumerables familias. "Realizábamos entregas de encomiendas y encargues";, afirma Walsh, remarcando la importancia de llevar mensajes y paquetes urgentes. Desde la entrega de "vidrios para la ventana"; a una señora en Villa Rivadavia que construía su hogar, hasta asegurar que familiares en Esquel recibieran
cajas con carne o cordero, especialmente para las fiestas de fin de año; Roberto fue un pilar fundamental en la vida cotidiana de la cordillera.

 


La dureza del oficio

 


Los caminos de ripio y tierra eran uno de los principales desafíos, con zonas como “los barros negros” en las antiguas rutas 72 y 71 que se volvían intransitables bajo lluvias prolongadas, exigiendo el uso de cadenas en las ruedas. Los inviernos patagónicos no daban tregua; en una memorable anécdota relata un viaje bajo lluvia torrencial por la “vuelta del huevo”, donde el micro quedó “colgado” en un zanjón, obligando a Walsh y un pasajero a pasar la noche a la intemperie, esperando el amanecer y la ayuda. A pesar de estas adversidades constantes, que incluían el frío, las cuestas y el estado precario de
las rutas, Roberto se enorgullece de nunca haber protagonizado un accidente de tránsito en más de 45 años de servicio. Su seriedad, a veces malinterpretada, era un reflejo de su compromiso inquebrantable con la seguridad y la profesionalidad.

 


La economía de la solidaridad

 


La confianza forjada con los pobladores de la ruta fue el cimiento de su servicio. Walsh expresa una satisfacción inmensa por haber cubierto necesidades urgentes y generar una profunda confianza en la comunidad, un vínculo que se extiende por generaciones. Un recuerdo particularmente emotivo es el de un niño al que ayudaba a subir al micro para ir a la escuela, con quien años después se reencontró en un grato saludo, ya como un brigadista adulto del Parque, demostrando la huella imborrable que Roberto dejó en la vida de muchos. Incluso la economía de aquellos años se basaba en la solidaridad, los
pagos eran siempre en efectivo, o muchas veces en huevo y especias. Walsh recuerda con afecto el gallito “muy hermoso” que recibió de un poblador en señal de agradecimiento. Una modalidad de intercambio que acrecentó una relación de apoyo mutuo y confianza.

 

 

 

El legado continúa

 


Hoy, Beto Walsh, ya jubilado, sigue involucrado en el mantenimiento de las unidades, mientras sus hijos continúan su legado, enfrentando los nuevos desafíos de la competencia y los cambios económicos. Sin embargo, su convicción permanece inalterable: “si tuviera que elegir de nuevo, no me quedaría ninguna duda en volver a iniciar el oficio de colectivero”. La historia de Roberto Walsh y la de tantos otros transportistas nos recuerda la invaluable labor de quienes, con el volante en sus manos, tejieron lazos y abrieron caminos, convirtiéndose en el verdadero nexo de las comunidades en tiempos difíciles.

 


Lic. Flores, Maira.

 

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