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27 de Septiembre de 2025
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Día Mundial del Turismo: un legado familiar vivo en el Lago Futalaufquen

El emprendimiento de Miguel Rosales preserva la identidad patagónica. Su relato refleja el pasado y presente del turismo local. 

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La historia de Miguel Rosales, un poblador de cuarta generación de la región que hoy abraza el Parque Nacional Los Alerces, no es solo un relato de éxito empresarial, sino una conmovedora historia de perseverancia y arraigo. Su proyecto turístico encarna el esfuerzo de una familia por honrar el legado de sus bisabuelos, asegurando que la tierra que ellos cuidaron durante años siga ofreciendo sustento a las generaciones venideras.

 

Miguel Rosales es poblador de cuarta generación en el P.N. Los Alerces.

 

 

Este emprendimiento, que hoy ofrece cabañas, camping y actividades de montaña, tiene sus cimientos en una decisión histórica tomada hace cerca de tres décadas, un verdadero “quiebre” en el estilo de vida tradicional de la comarca.

 

De la ganadería al turismo

 

Hasta la tercera generación de la familia Rosales, la vida se desarrollaba en torno a la ganadería y la agricultura, actividades comunes a la mayoría de los pobladores de esta zona. Sin embargo, el padre de Miguel percibió una nueva realidad económica: el turismo comenzaba a mostrar mejores resultados.

 

Esta evaluación no fue únicamente financiera; estuvo impulsada por un profundo deseo de unidad familiar. La transición hacia el turismo se concibió como una estrategia social para evitar que los hijos se vieran forzados a emigrar a las ciudades por falta de trabajo. El objetivo era que todos los integrantes de la familia pudieran seguir trabajando en el campo. Así, se tomó la crucial decisión: se vendieron todos los animales de ganadería y se compraron caballos para enfocarse en las cabalgatas.

 

Miguel tenía solo entre 10 y 12 años cuando este cambio comenzó, hace aproximadamente 30 años. Durante cerca de dos décadas, las cabalgatas fueron la actividad exclusiva. El servicio ofrecido era sencillo y genuino, limitado a las excursiones a caballo y a la venta de torta frita y pan casero, una labor que su madre realizaba en casa.

 

La siembra de un futuro

 

La ambición de crecimiento, sumada a la demanda del lugar, impulsó a la familia a ir más allá. Surgió la idea de sumar una cabaña a la actividad que ya venían desarrollando. El primer alojamiento fue, de hecho, un viejo galpón que se dedicaron a arreglar.

 

Hoy, el emprendimiento cuenta con tres cabañas abiertas todo el año y un camping organizado.

 

 

Este crecimiento, no obstante, estuvo marcado por la paciencia y la tenacidad. Operar en una zona protegida como el Parque Nacional Los Alerces implica complejos procesos burocráticos. La presentación y aprobación de proyectos puede demorar mucho tiempo; se puede proyectar una construcción y no concretarla hasta diez años después, esperando las autorizaciones. Aunque el proyecto formal para las cabañas se inició entre 2012 y 2014, la construcción recién comenzó entre 2016 y 2018.

 

Hoy, el emprendimiento es una infraestructura completa que incluye tres cabañas (dos para cuatro personas y una matrimonial), un camping inaugurado tras un proyecto presentado en 2018, que cuenta con 15 fogones equipados con servicios básicos, y una proveeduría. La oferta se completa con actividades de montaña y senderismo, disponibles todo el año.

 

El valor de las raíces

 

Mirando hacia atrás, Rosales destaca las grandes dificultades que se han superado, como el acceso a la zona, que era por una ruta de ripio que duplicaba el tiempo de viaje desde Esquel y se volvía intransitable en invierno. Asimismo, la falta de comunicación, que obligaba a usar engorrosos sistemas de Handy (radio) antes de la llegada del teléfono, dificultaba la atención al turista. Hoy, el asfaltado de la ruta y la llegada de internet han transformado la conectividad.

 

Sin embargo, el mayor valor que ofrece este emprendimiento es el simbólico. Miguel subraya que la posibilidad de tener esta fuente de trabajo es muy importante porque garantiza la permanencia de la familia en la tierra. Sin estas posibilidades laborales, existe el riesgo de que la tierra quede abandonada, como ha ocurrido en otros casos por falta de trabajo.

 

Miguel mencionó que los turistas se interesan mucho por conocer la historia del lugar. 

 

 

Lo que más le enorgullece transmitir a los visitantes -quienes llegan de todas partes del mundo y expresan su “privilegio” por estar allí- es precisamente la historia. Al compartir cómo fue la vida de sus antepasados antes de que la zona se convirtiera en Parque Nacional, el turista se interesa y se entusiasma. Esta narración constante afirma el valor de la vida y la historia de la familia Rosales en el lugar.

 

Para Miguel, el proyecto es una garantía para el futuro, con la esperanza de que la quinta generación -sus hijas- continúe desarrollando el proyecto, adaptándolo a sus propias ideas, y así perpetúe el legado familiar en la tierra que sus bisabuelos tanto cuidaron.

 

 

Lic. Maira Flores.

 

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