"Yo participé en el programa de intercambio de jóvenes de Rotary y, en mi caso, fui al país de Suecia", cuenta Francisca Kohler, quien a sus 19 años ya suma una vivencia internacional que la marcó profundamente. Aunque confiesa que ese país no estaba en su lista de opciones, la experiencia terminó superando todas sus expectativas: "Suecia no estaba como una opción para mí y, bueno, al final terminé quedando en Suecia y la verdad que no puedo estar más contenta, fue la mejor opción".
El sistema del programa no permite que los estudiantes elijan su destino directamente: “La gente de Rotary elige nuestros países de destino por nosotros”, explica. Aun así, los jóvenes pueden expresar sus preferencias dentro de un grupo de países sugeridos.
Antes de viajar, Francisca estaba entusiasmada por el desafío: “Tenía muchas ganas de hacer el intercambio, aprender el idioma... al principio pensaba que podía llegar a ser difícil porque, bueno, es sueco, es bastante complicado, pero sí tenía muchas ganas de aprenderlo”.
El choque cultural fue evidente desde el primer momento. “Obviamente, el llegar y ver que estás en Europa, que estás en otro continente, se nota como inmediatamente al ver las estructuras, los edificios, los paisajes”, recuerda. Y agrega: “Con las personas... pude notar que sí era diferente, no hablábamos el mismo idioma, pero en sí todas las relaciones que llegué a hacer fueron buenas”.
Gracias a que “los suecos hablan un muy buen inglés”, la adaptación inicial fue posible. “Fui con un nivel básico de inglés, tampoco es que sabía a un nivel muy avanzado, pero me manejaba. Los primeros seis meses más o menos me dediqué a hablar en inglés y después comencé a hablar mucho más fluido el sueco”, cuenta.
Sobre su rutina diaria, relata que se despertaba temprano para asistir a clases y que, aunque ya había terminado la secundaria en Argentina, participaba en materias como sueco, matemáticas, inglés y español. Al salir de la escuela, aprovechaba para recorrer la ciudad o pasar tiempo con amigos: “Íbamos a una cafetería, teníamos algo que se llama fika, que es como lo que sería la merienda acá en Argentina, charlábamos, pasábamos el día”.
La comida también fue parte del descubrimiento: “En Suecia se come mucho pescado, mucha comida del mar... yo estando acá no estaba muy acostumbrada a probar, pero estando allá la verdad que probé bastante. También se come mucha papa… de muchas maneras”.
Más allá de las costumbres, lo más significativo para Francisca fue el vínculo con la gente que está de intercambio: “Conectás de una manera muy única con los demás. Considero Suecia como mi segundo país. Haber conectado tanto con un país y con la gente, estar allá, creo que es lo más lindo”.
Sobre si recomienda esta experiencia, su respuesta es clara: “Totalmente. Se suele decir que los suecos son un poco fríos, pero en mi experiencia personal eso no fue así. Conocí personas muy abiertas que me hicieron también a mí abrirme mucho más”. Y resalta: “Es un país bellísimo, con paisajes hermosos, ciudades y una cultura muy interesante de conocer”.
El viaje culminó con el soñado Eurotour, una recorrida por ocho países europeos: “Fue mi primera vez fuera del continente: fue un sueño hecho realidad”.
Finalmente, Francisca agradece la oportunidad brindada por Rotary y alienta a otros jóvenes a postularse: “Se hacen selecciones todos los años, se hacen entrevistas tanto con los estudiantes como con las familias. Si a algún joven le interesa la oportunidad de experimentar esto, la verdad muy recomendado”.
R.G.