La irrupción de la organización Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) en la región cordillerana, derivó en distintas situaciones, todas ellas de gran impacto en la opinión pública que se ha puesto de uno u otro lado en torno a la situación. Y como suele ocurrir cada vez que una “grieta” aparece entre los argentinos, las defensas de esas posturas rara vez encuentra puntos intermedios. O se respalda ciegamente al RAM o se detesta a todo lo que sea mapuche. Entonces te convertís en un facho represor o en un zurdo vende patria anarquista.
¿Y si nos paramos en el medio? ¿Es posible hacerlo? El sentido común debería llevarnos a esa posición. No hacerlo no va a solucionar nada, sino que, por el contrario, se va a llegar a un crecimiento aún mayor de la violencia. Violencia que está siempre latente de uno y otro lado.
Si la “solución” es una respuesta armada por parte del Estado, lo único que se alcanzará es quizás matar a uno u otro líder de este grupo. Quizás meter preso a unos cuantos. Pero el problema de fondo seguirá existiendo. Y el problema de fondo es la deuda que el Estado Argentino mantiene con los pueblos originarios desde lo que fuera el primer genocidio en tierras argentinas: la Campaña de la Conquista Del Desierto que no tuvo otro objetivo que quitarles la tierra a los pueblos originarios para entregarlas a la clase gobernante de por entonces.
Es irresponsable que comunicadores y dirigentes políticos, livianamente y sin ningún grado de vergüenza, salgan a ofrecer “balas”, algo que ni siquiera serían capaces de hacer porque si algo demuestran con sus expresiones en las redes sociales, es un alto grado de intolerancia y odio con una similar dosis de cobardía. Salir a matar basándose en una particular interpretación de la Constitución, no refleja otra cosa que un miedo profundo y visceral, el mismo que sin duda alguna les impediría apretar el gatillo si tuvieran la posibilidad de hacerlo.
Tan irresponsable es ese discurso, como el sostener el ya largamente rebatido y demostrado de su total falsedad de que los mapuches son chilenos, discurso que busca estimular los genes xenófobos, algo paradójico porque en general se trata de descendientes de extranjeros.
Ese mensaje muy parecido a “cuatro orejas por un Patacón”, puede ser muy peligroso y abrir el camino para que se inicie una cacería de descendientes de pobladores originarios por parte de algún descerebrado con ganas de jugar a los cowboys.
Pero, por otra parte, el atacar a personas y bienes que nada tienen que ver en la disputa, bienes y personas en general indefensos, pone al RAM y quienes adhieran a esas formas en el mismo nivel de intolerancia y cobardía que la de quienes están del otro lado.
La solución no está en ninguno de los dos bordes de esta grieta. Es momento de pararse en la grieta misma. Allí están los puntos grises que pueden servir como lugar de partida en una discusión seria, racional, y que contemple a todas las partes.
Debe el Estado, si realmente quiere una solución de este conflicto, designar personas con capacidad de negociación. No justicieros permeables a las presiones que pudieran llegar de uno u otro lado.
Es necesario que los pueblos originarios, incluso los grupos más radicalizados, encuentren entre sus propios integrantes, personas capaces de convertirse en interlocutores y llevar ante el Estado un diálogo firme, claro, preciso, para de esa manera alcanzar las reivindicaciones a las que tienen derecho.
Llegó la hora de guardar los bidones de nafta para evitar que se derramen sobre la hoguera del conflicto. Porque algún día será imposible apagar ese fuego. Y nos va a quemar a todos.