Este 25 de febrero festejamos todos por Esquel, Los NYC (nacidos y criados aquí) y los esquelenses por opción, aquellos que optamos por encontrar en este rincón cordillerano contención, trabajo, amistad, hermandad y amor.
Hay que escoger un principio para el comienzo, y ahí está Medardo Morelli y el telégrafo, los indicados para dar un pequeño recorrido hasta nuestros días y tener cada 25 de febrero una fecha simbólica para festejar. También hay otras formas de empezar y es aquella en que cada habitante elija para dar inicio a su historia esquelense, tanto para los que siempre vivieron acá como para los que lo hicieron alguna vez o los que sueñan con venir.
¿Tal vez el primer Gales que visito nuestra tierra es el que marca el principio? ¿Y Los mapuches y Tehuelches que dejaron por acá su impronta, desde mucho antes, con sus descendientes y costumbres que aún persisten?
¿Fue la llegada de La Trochita en 1945, el principio de vida de generaciones de esquelenses? Para muchos lo es: Europa se hacía difícil para familias enteras, diezmadas por las guerras y Esquel recibió a aquellos que en nuestros días buscan en sus recuerdos para transmitir a sus hijos y nietos que esta tierra vio nacer y…¡el trencito transportó a tantos!. Las disímiles colectividades están presentes en el hoy, conformado por el crisol humano que da vida a nuestra ciudad y nos hace disfrutar de las comidas, bailes, música y mucho más de la cultura que cada uno trajo en su corazón, desde el otro lado del mar.
¿Tal vez en el mesón de la tía Negra comenzó todo?, la música, la poesía, las anécdotas y la amistad hizo a más de uno irse quedando y convertirse en habitante de esta tierra para no dejarla jamás, tras conocer ese verdadero bastión de inolvidables personajes y momentos de la cultura esquelense.
¿Y los maestros?, Aquellos que llegaban principalmente del norte argentino y Esquel los recibía como el paraíso anhelado de la gran ciudad, luego de jornadas de trabajo rural y fines de semanas distantes. Desde la provincias mediterráneas y norteñas, puntanos, cordobeses, catamarqueños, litoraleños y algunos pampeanos. Se reconocían en el perfil oral de sus tonadas y se abrazaban alrededor de un fogón cualquiera, pero, sobre todo, en la inolvidable “Peña Alero y Querencia”, con un nombre que le hacía justicia, pues allí estaba el reparo y el afecto que aquerencia an lugar cosmopolita por excelencia.
Don Ramón Rosa Morales, docente catamarqueño, secundado por el poeta Lid Glandei Casatti y otros pioneros, con el profesor Ortiz enseñando a bailar las danzas nativas del centro y norte, vio nacer también varios conjuntos vocales como “Los Cantores de Pampa y Cordillera”, de simbólica integración: El itálico Cassatti de la Pampa, Carlos Finochietto, …… y Luis Poli Rosales, Futalaufqueño. Muchos cantores comenzaron también allí el difícil camino del solista de canto y guitarra, una especie hoy casi desaparecida, o arrancaban cantando y nunca faltaba una madera que le arrime la vibración de un árbol venido quién sabe de dónde.
Había otro centro, más popular que los nombrados, el simpático “Farolito Verde” donde un par de obreros del diapasón acompañaban a medio mundo y donde su dueña, “Azucena del Valle” la cantora, ofrecía sus “Empanadas de piernas abiertas” (así llamadas por ser tan jugosas).
Los obreros de la presa Futaleufú, si bien tenían atracciones propias cercanas a su lugar de trabajo, dada la cercanía, a veces se arrimaban a la ciudad y no pocos protagonizaban trifulcas localistas que nunca llegaron a mayores.
Más de una docena de “lugares nocturnos” nacieron y murieron con esa monumental obra hecha sin el más elemental conocimiento ecológico, pero que dejó una inyección de dinero que, a lo largo del tiempo, salvo ALUAR y algún funcionario de turno, pocos pudieron aprovechar.
LA BOHEME
Cualquier lector podrá inferir de la necesariamente incompleta acuarela de cómo y quiénes éramos los habitantes de décadas atrás, que aquí hubo una verdadera bohemia, con intelectuales y artistas y el tipo de público necesario para que florezca.
Plásticos de la talla de Gornik, Guereña, Walter Cristiani, Antúnez, Griselda Cea, paisajistas importantes como Ubaldo Ongarato y tantos otros, fueron el origen de una actividad plástica que hoy asombra a los visitantes, que le da un sello a la ciudad y que, a mi juicio, no es sino una continuación de aquella que signó a Esquel como una ciudad lejana de fuerte identidad.
Escritores de la talla de Donald Borsella, Diego Angelino , Julian Ripa y decenas más, poblaron de letras estas lejanías donde Elías Chucair venía cada tanto a traer su aliento y sabiduría, hoy presente en una literatura viviente e inquieta.
Hubo personalidades como la de Oreste Masaccesse, tan capaz de diseñar un mueble originalísimo y funcional, como de pintar manchas inolvidables y conducir la línea editorial de un diario, el “Esquel”, contenedor de esa bohemia, combativo y contestatario con la misma solvencia.
¿Por qué la Bohemia como parte en esta nota? Porque como sugiere este necesariamente muy incompleto listado, la cultura de esta ciudad ha sido de lo más creativo del sur argentino, nos ha dado identidad y nos ha hecho pensantes y comprometidos. Porque el presente tiene también su propia y digna representación y porque siendo cultos, tendremos y lucharemos por una educación mejor, nos hará mejores personas y tendremos las herramientas para seguir triunfando en el deporte, en la salud, en la vida diaria y sobre todo, para seguir creciendo como seres humanos.