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El Horcón

El Horcón: ¿Quién miente más y mejor?

Una nueva entrega de la columna de opinión.

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Los políticos argentinos se acusan mutuamente de mentir. En reiteradas oportunidades y más en estos tiempos de elecciones -tal como ha sido en este agotador año electoral- no falta la arenga que se olvida de las mentiras propias y resalta las ajenas. Si fueron o son gobierno no importa. Hay amnesia total y hasta desfachatez en acusar al adversario de mentir cuando en Argentina no ha pasado gobierno que no haya falseado más de un dato en favor de conveniencias propias.

 

Lo mejor: con el fantasma de la mentira, los que no serán gobierno a partir del 10 de diciembre de este año ya dan por hecho que -en el futuro- política y engaño, van a seguir conformando un buen binomio. Lo asombroso es que solo lo achacan a los nuevos elegidos cuando todavía no dejan el poder y cada vez que se necesita no hay empacho en mentir “si hace falta”.

 

Más controversial, pero también más ajustado a lo que realmente sucede, son los que sostienen que la política sin mentiras no es posible. Lo cual tal vez sea un hecho del sistema global crítico del que somos parte y no logra resolver las necesidades básicas de la población, ni en Argentina ni en gran parte del mundo.

 

Aunque tal vez hoy sea una utopía, de ninguna manera podemos admitir que la mentira sea una práctica política que, para quien la practique, no tenga consecuencias.

 

El actual presidente desde su campaña y en todo su gobierno repitió con insistencia: “No vine aquí a mentirles”. Algo que hizo desde la campaña prometiendo lo que no cumplió nunca (pobreza cero, baja de inflación, eliminar impuesto a las ganancias para un rango importante de trabajadores, mejoras a jubilados, etc.)

 

En el gobierno anterior las cifras del Indec fueron burdamente alteradas y escuchamos a Cristina Fernández asegurar en Naciones Unidas cuando era presidente, que la pobreza no superaba el 5% y la indigencia no llegaba al 1,27%. Ambas afirmaciones insostenibles e inescrupulosas.

 

Los pobres y sus necesidades son el principal blanco de los discursos y son también los principales olvidados de la política que -con demagogia- no logra establecer un verdadero compromiso y una construcción real de un país sin hambre. “Piensan con el estómago y no con la cabeza” … curioso comentario que se repite en muchos suculentos asados o “en mesas de trabajo” donde se “planifica el futuro”. Esos olvidados del sistema se usaron y se usan en campañas y por gobiernos, ahora y antes donde se miente sobre la solución a sus problemas.

 

La asistencia socialdirecta crece en cada gobierno, lo que da cuenta del fracaso y las mentiras en las políticas sociales.

 

No hay política económica seria en nuestro país ni tampoco hay políticas de estado. Uno de los mejores ejercicios es denostar y criticar lo que hizo el otro, perdiendo energía en instalar sensaciones y no proyectos. El recurso es facilista y lo usan la mayoría.

 

El gobierno de Alberto Fernández es una incógnita, hace pocos meses ni siquiera se tenía como posible candidato. Endilgarle mentiras que aún no ha dicho o augurarle fracasos que aún no ha tenido tiempo de cometer es mezquino.

 

Para los que aún no se han dado cuenta Argentina ha madurado como sociedad y si bien queda camino por andar para desterrar la mentira y la demagogia, tenemos una sociedad cada vez más alerta ante el engaño.

 

Para la salud institucional del país, los políticos deben ocuparse mejor de la función que le toque -a cada uno- desde el lugar para el que fueron electos o convocados- Sería interesante que dejen de lado -aunque sea un poco- el futurismo sobre lo que harán los otros y las mentiras que vendrán.

 

 Mejor ocuparse de desterrar falsedades propias, de forma tal que, tal vez, lleguemos, algún día a la política sin mentiras.

 

CHISTE DE YAPA

 

Un policía de tráfico detiene a conductor bastante desorientado:

 

- Buenas noches, señor. Los documentos por favor.

 

- Madre mía... ¿Dónde estoy?

 

- Señor, sus documentos. ¡Por favor!

 

- ¡Ahh!...  ¿Dónde estoy?

 

- Señor, ¿sabe usted quién soy yo?

 

- ¡Ohhh!... ¿Qué está pasando aquí? Yo no sé dónde estoy …¡y vos no sabes quién sos!...

 

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