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La historia de Roberto Müller, un ejemplo a seguir

El reconocido vecino de Esquel que colaboró con tantas instituciones, ahora se encuentra vendiendo libros en la cervecería Amancay para continuar ayudando a los demás. Escuchá su historia.

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Roberto Müller es un reconocido vecino de Esquel, conocido y querido por todos, que durante toda su vida aportó a distintas instituciones de la ciudad. Su labor nunca termina y, actualmente, se encuentra en la cervecería Amancay, hace poco más de una semana, vendiendo libros para hacer donaciones a entidades culturales y deportivas de Esquel. Estuvo en ese lugar, en el depósito de la histórica Casa Esquel, durante casi 50 años.

 

“Volví a mis libros patagónicos y decidí que voy a tener un buen lote de libros que han quedado, algunos muy buenos, muy antiguos, y en cantidad suficiente para que durante, quizás, uno o dos años, pueda estar acá todavía”.

 

Está allí durante una hora y media por la mañana y otra hora y media por la tarde, porque “después se me apagan las luces”, comenta risueño. Nos cuenta, además, que este proyecto es la continuación de uno que creó anteriormente, la orquesta infanto-juvenil, para la cual pudo donar los instrumentos. Con una sonrisa de orgullo, celebra que ya van por su sexto concierto y que, en febrero, volverán las clases, “para darle continuidad a algo que vivió Esquel entre los años 60 y 70, la famosa orquesta de Humberto Di Biasi, el director maravilloso que tuvo Esquel”.

 

“Muchos recuerdan esos años valiosos en que este profesor, Humberto Di Biasi, le dio el amor a la música”.

 

Parte de lo que se recaude se dirigirá a mantener la orquesta y la otra parte irá al rugby, otra de sus pasiones, que comenzó en Esquel allá por los años 60, en la cancha de la Unidad 14. Hoy ya hay un club, con cancha y edificio, para el cual Roberto también hizo un aporte importante: una traffic para 19 pasajeros, con la cual pueden trasladarse, además de los jugadores de rugby, también los jóvenes de la orquesta, ya que llegaron a un acuerdo para compartirla.

 

“Donar es un regalo que uno recibe: saber donar, dar, es una sensación muy reconfortante para el espíritu de uno, que está un poco olvidada. Pero yo recomiendo que el que puede, el que sienta en el corazón esa dicha de poder dar algo para que los chicos de Esquel puedan estar en el deporte y en la música, se acerque allá al club o a la Asociación Galesa, o acá, y bueno, les regalaré un libro, o les cambio un libro por la donación, que reparto entre el rugby y la música”.

 

Roberto tuvo problemas de salud hace un par de años y la venta del lugar en el que estuvo tanto tiempo le trajo “también, una tristeza: pero me reconforta que la gente vieja de Esquel me reconoce mucho, que esta casa fue una casa de Esquel”. Ahora, mejor de salud, se dedicó a ordenar todos sus libros alfabéticamente y por cantidades, y puede ofrecer el libro, el autor y el título que le pidan.

 

Cuenta que cuando en Esquel todavía se conocían todos, aunque pensaban distinto, tenían algo en común: la absoluta necesidad de hacer cosas para que la ciudad esté mejor. “Hoy en día ya es una ciudad. Hay 40 mil habitantes, ya no nos conocemos tanto: también los míos, de mi generación del 32, ya van volando. Y también al pueblo se le van un poco los ángeles, porque se está transformando en una ciudad. Los ángeles que vivían con nosotros en el pueblo, de algún modo, están buscando otros pueblitos donde encuentran esa solidaridad, ese amor, ese cariño que había entre nuestra tan pobre población, como era en aquellos años. Hoy en día está cubierto de autos, con sus vidrios polarizados, y ya no se puede ver quién está adentro, ya ni nos saludamos”, recuerda.

 

“Tenemos que rescatar de nuestro pasado, de nuestras familias, lo mejor, y transmitirlo a lo que nos siguen”.

 

Escuchá su historia contada en primera persona:

 

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