El acto de comer, más allá de ser un hecho biológico, tiene una connotación social. Alrededor de la comida, históricamente, se encuentra la familia luego del trabajo ya sea para celebraciones o simplemente como un buen momento para compartir entre todos.
Sin embargo, muchas de personas que todavía no acuden a comedores o merenderos comunitarios, tienen dificultades para acceder a una dieta medianamente saludable o completa.
También es de desatacar que para aquellos que realizan la tarea de llevar adelante un comedor o merendero, las dificultades no son pocas. Cada tanto se quedan sin suministro acudiendo al aporte solidario de privados.
El Estado falla dos veces: primero cuando no garantiza la seguridad alimentaria de las familias y el derecho al consumo de alimentos saludables en el hogar y luego, cuando aquellos que no tienen para comer, acuden a un comedor que muchas veces no cuenta con los recursos para la comida del día por motivos tan incomprensibles como atrasos en la repartición de alimentos, partidas insuficientes o desidia de funcionarios de turno.
Las consecuencias de la mala alimentación van desde la desnutrición al sobrepeso. Los más pequeños que no reciben alimentos adecuadamente presentan retrasos en el crecimiento del cuerpo y el cerebro lo cual puede perjudicar o interferir en los procesos de aprendizaje, debilitar el sistema inmunológico y aumentar el riesgo de infección y, en muchos casos, de muerte.
No solo se trata de comer sino de hacerlo bien, de lo contrario las consecuencias no son transitorias. Lamentablemente, tal como funcionan los gobiernos a la fecha, incluyendo el de nuestra ciudad, apenas llegan a cubrir la demanda de comedores y merenderos comunitarios, ni pensar en los alimentos adecuados y una dieta equilibrada.
Se olvida un derecho y con ello se hipoteca el presente y futuro de muchas familias. Si no se han generado las condiciones para que todos coman en casa, al menos los comedores en el país y también en Esquel, deben estar en los primeros puntos de cualquier agenda política y no a la saga de las prioridades, como sucede a la fecha.