- Por Lelia Castro -
Florinda es originaria del Río Percy. Al recordar su infancia asegura que “no fue muy linda”. Cuando tenía 8 años falleció su madre dejándola a cargo del cuidado de sus 3 hermanos menores. Si bien contaba con el apoyo de su padre, éste tenía que salir a trabajar por lo cual pasaban la mayor parte del tiempo solos o con sus vecinos.
“Íbamos a la escuela de Trevelin caminando, a veces a caballo. Teníamos que pasar el río, con el agua por las rodillas”.
Esta infancia también estuvo marcada por la ausencia del juego propio de los niños, y la necesidad de aprender todo lo que implicaba la vida doméstica. Observando a su abuela y a sus vecinas Dina Carrillo y Clodomira Peña, Florinda pudo aprender todo lo necesario para que su familia salga adelante.
“Estoy agradecida con mi padre porque nunca nos abandonó”.
Una de las figuras más importantes en su vida ha sido su padre. Hoy reconoce que hizo todo lo que estaba al alcance de su mano por ellos y valora que nunca los abandonó ni llevó a ninguna otra mujer que pudiera maltratarlos.
“Mi primer casa fue en la escuela especial que hay en la ruta de Esquel a Trevelin”.
A los 18 años Florinda se casa en una situación particular: todos sus hermanos habían terminado la escuela y se estaban dispersando para trabajar. Por pedido de su padre, se casa y abandona su lugar natal para venir a instalarse en Esquel. Acá nace su primera hija, Gladys, y al respecto recuerda nuestra entrevistada que en el momento del parto fue asistida por su marido y por la vecina de una chacra cercana.
“Hace 62 años que estoy en esta casa”.
Uno de los episodios más tristes en su vida ha sido la muerte de su hijo Alfredo y la posterior donación de órganos. Hoy conoce a quienes han recibido los riñones y el corazón de su hijo, y agradece su buena salud. Alfredo fue un querido y reconocido bombero en nuestra ciudad. Sabiendo que su deseo era donar sus órganos, Florinda y su familia accedieron a ese pedido y con esta decisión cambiaron la vida de muchas personas.
“Se donó el corazón, los riñones, la vesícula y las córneas”.
Pese a este terrible golpe que le dio la vida, Florinda reconoce que también tuvo buenos momentos que la han salvado de la desesperación. Sobre todo rescata su conexión con las flores. Recuerda con alegría haber tenido un jardín que llegaba hasta la misma vereda de su casa. Hoy en día este jardín se redujo pero su amor por las plantas se mantiene intacto.
Florinda reconoce que, pese a todo el sacrificio, hoy tiene su casa propia y que es su “obra”. Primero compró una casilla en Trevelin y luego pudo construir su casa con materiales que le aseguren estabilidad. En este lugar pudo ver crecer a sus hijos, a sus nietos y bisnietos.
“Cuando me mudé habían bien poquitas casas”.
60 años atrás, el barrio era “más tranquilo”, según nuestra entrevistada. Sin embargo, reconoce que no había agua, tenían que sacrificarse e ir a buscarla a otros lugares. La vuelta con tanto peso era lo más difícil. También recuerda que venía alguien a vender kerosene, y después sí, agua: “Fue un barrio muy sufrido”.
“No pasamos mala vida a pesar de que vivíamos solos. No fue una vida triste”.
Hoy en día cuenta orgullosa que su hijo Cachano tiene un gran reconocimiento en el ámbito de las carreras. Esto le permitió vivir en Buenos Aires, y conocer España y Francia. A Florinda no deja de asombrarla la buena acogida general que ha tenido gracias a su desempeño deportivo, por eso lo agradece con tanta emoción.
“Mi hija Gladys fue operada del corazón cuando tenía 15 años. También ha sido muy triunfadora en la vida”.
El consejo que Florinda quiere dejar a las generaciones venideras y a nuestros lectores es que estudien y trabajen y sobre todo, que sean buenas personas. Reconoce que la vida está cada día más difícil por eso es necesario estudiar y salir adelante, siempre teniendo presente la importancia de los buenos valores.
Por nuestra parte, queremos agradecer a Florinda por recibirnos y brindarnos esta entrevista tan vívida y emocionante que nos permitió viajar un poco en el tiempo.