19 de Mayo de 2024
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Miguel Santillán: trabajo, honradez y pérdida

A lo largo de su vida, Miguel Santillán ha demostrado un inquebrantable compromiso con su familia y su trabajo. La trágica pérdida de Ana Calfín, su hija del corazón, marcó su vida, pero sigue adelante con fortaleza y dignidad.

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Por Lelia Castro

 

 Miguel Santillán, conocido por todos como "el gomero de siempre", ha dedicado su vida al trabajo y a su familia. Nacido en el hospital local hace 62 años, Miguel comenzó a trabajar a los 7 años en la Gomería Ricardo, la gomería más antigua de Esquel. "Empecé haciendo mandados para don Ricardo Molina, quien me enseñó el oficio que me ha dado todo en la vida", recuerda Miguel con nostalgia.

 

 

Cuando tenía 7 años empecé a hacer mandados acá en la casa de la tía Rosa, que le decían antes. Acá había un hombre que tenía una gomería, Ricardo Molina, que falleció en el 2005, él me dio para que yo le vaya a comprar las cosas y ahí empecé y me fui quedando. A medida que fui creciendo fui aprendiendo el oficio y es lo que sé y lo que crié a mis hijos, vivo de eso y lo que tengo lo hice trabajando”.

 

 

 

Rememora esos años y cuenta que en lo de “la Tía Rosa” lo trataban muy bien, ya que él les buscaba agua y kerosene, él les hacía mandados y ellas le pagaban, con eso ayudaba a su madre.

 

 

La vida de Miguel no fue fácil. Creció en el Barrio Ceferino, junto a sus ocho hermanos, bajo el cuidado de su madre, quien se encargó de criarlos sola tras separarse de su esposo cuando Miguel tenía apenas cinco años. "Mi mamá, que aún vive a sus 94 años, nos inculcó el valor del trabajo y la honestidad. Aunque pasamos muchas dificultades, siempre estuvimos unidos y nunca hicimos maldades", comenta Miguel.

 

 

 

Recuerda que en su infancia y juventud las cosas eran más duras y difíciles que hoy en día, no había calefacción ni las comodidades con las que contamos en la actualidad: había que juntar leña, buscar kerosene o soportar el frío. Sin lujos, pero con lo necesario, admite haber tenido una infancia feliz.

 

 

Los inviernos antes eran inviernos, esto de ahora es ‘espanta flojos’ le digo a la gente, porque hela o cae un poquito de nevada y no sale nadie, ya cortan rutas y todo, ahora no. Los camioneros antes salían con un mameluco, una frazada, una garrafa y una pava y así viajaban; y nosotros con medio metro de nieve trabajábamos”.

 

 

 

A lo largo de los años, Miguel ha visto cómo el oficio de gomero ha evolucionado. "Antes era todo martillo y palanca, mucho más sacrificado. Ahora tenemos maquinaria, pero el espíritu de servicio sigue siendo el mismo. Auxiliar a la gente en momentos difíciles es nuestra misión", explica.

 

 

 

También recuerda que aprendió de su madre la cultura del trabajo y la honradez, así como de la gente grande con las que se juntaba cuando iba a limpiar los patios de los bares donde jugaban al paso inglés o la taba, comían asados y bebían, donde muchas veces perdían objetos de valor, y le decían: “vos tenés que ser bueno, no tenés que robar, si te llevás algo ajeno la gente no te va a querer, así que cosa que te encuentres tirada por ahí -porque siempre perdían anillos de oro o relojes, cuando estaban tomados después de los asados-, así que yo todo lo que encontraba lo entregaba, porque me decían que no tenía que llevarme nada ajeno. Me decían: tenés que ser honrado, por ahí cuando seas grande vas a tomar, pero no tenés que ser chorro”.

 

 

“Buenos consejos, porque nunca me gusta llevarme nada ajeno, si puedo lo compro, y si no bueno, algún día se podrá comprar. Y vivimos bien, no vivimos con mucho pero nunca nos falta, tenemos siempre para comer algo con mi familia, todos los días trabajo. Abro a las 7 de la mañana hasta las 12 ahora, porque ahora voy a la escuela, después vuelvo a las 3 hasta las 7”.

 

 

 

Miguel se juntó a los 16 años con Elda Alicia Colinecul, con quien tuvo dos hijas y un hijo. Además, criaron como propia a Ana Alicia Calfín, una niña que su suegra les confió cuando tenía apenas dos años. "Los criamos a todos igual, con amor y sin hacer diferencias", afirma Miguel.

 

 

 

Sin embargo, la tragedia golpeó a la familia en agosto pasado, cuando Ana Alicia fue asesinada. Trabajaba en el hospital local, corría y era muy querida por todos.

 

 

"Mi hija de crianza me la mataron en agosto, así que estamos por empezar el juicio ahora. Tuvimos una audiencia hoy, hacemos una marcha todos los 18: salimos de la plaza por la Av. Ameghino, doblamos en 15 de mayo y 9 de Julio, a la plaza de vuelta. Hoy en la audiencia la abogada nos dijo que el mes que viene ya empiezan los alegatos y calculan que en dos meses sale el juicio por jurado”.

 

 

 

Invita a la población a en general a apoyar la causa y acompañarlos en las marchas, así como a quienes han sido víctimas de violencia o a sus familiares para sumarse y hacer visible este problema tan cotidiano, que muchas veces las víctimas ocultan o no pueden manifestar.

 

 

Fue un golpe grande, así que le pedimos a la gente que nos trate de acompañar un poco más, porque vemos que la gente no le da mucha importancia, hasta que le pasa a uno, es duro. Hay muchas chicas que son golpeadas, pero no le cuentan a nadie, a nosotros no nos contaba, hasta que pasó”.

 

 

A pesar del dolor, Miguel sigue trabajando en la gomería, que ha sido su sustento durante toda su vida. "La gomería me dio todo. Lo que tengo, lo hice trabajando. Nunca me gustó pedir ayuda; todo lo conseguí con esfuerzo", asegura.

 

 

 

Hoy, Miguel divide su tiempo entre el trabajo y sus estudios en la escuela de adultos, donde aprende a leer y escribir, habilidades que no tuvo la oportunidad de desarrollar en su juventud. "Nunca fui a la escuela de niño, pero ahora estoy aprendiendo. Sé manejar y conozco la plata, pero quería saber leer", explica con orgullo.

 

 

Miguel finaliza su relato con un mensaje a la comunidad: "traten de trabajar, no andar robando, portarse bien. Las chicas que traten de cuidarse, que sepan con qué hombres se juntan, porque veo que hoy las chicas le dan bolilla a cualquiera y después pueden terminar como la piba mía; una vez que le peguen ya que lo dejen o que traten de buscar ayuda. Hoy hay muchas formas, yo he hablado con la policía comunitaria y me dicen que las chicas no se animan a hablar con la familia, la mía tampoco, porque hay veces que andaba machucada y nunca dijo nada, hasta que pasan las cosas. Traten de cuidarse. Porque es lindo estar juntos, pero una vez que uno anda mal, más vale separarse, porque para qué van a andar peleando, si por ahí después quedan embarazadas y tienen chicos, y ellos pagan todo lo que hacen los grandes”.

 

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