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07 de Octubre de 2025
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"La Escuela": Restobar de Trevelin que revive una historia centenaria

De institución pionera educativa en 1923 a acogedor restobar. Verónica Zubiría revive el centenario edificio galés, declarado patrimonio histórico, devolviéndole su alma.

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Verónica Zubiría, dueña del Restobar “La Escuela” en Trevelin, no es "NyC" (nacida y criada) en el Pueblo del Molino. Oriunda de Buenos Aires, se instaló en Trevelin a principios del año 2007 buscando la tranquilidad que brinda el imponente paisaje cordillerano para vivir con su familia. Sin embargo, fue ella quien, sin saberlo, rescató una historia espectacular con raíces profundas en el corazón de la localidad.

 

Ubicado en Brown 375, en Trevelin, el local se distingue por su fachada de ladrillo cocido y adobe, una imagen típica de las primeras construcciones galesas de la zona. Lo que muchos desconocen es que, más allá de ser un buen punto de encuentro gastronómico, este edificio albergó las primeras risas y lecturas en voz alta del centro del pueblo. Los ecos del pasado se cuelan en el presente cuando algún vecino se detiene y comenta: “yo vine a esta escuela”. De ahí el origen del nombre actual, un homenaje a su función original, pues el edificio funcionó como una escuela alrededor del año 1923.

 

La historia del lugar, la conexión con la montaña, la impronta galesa y el valor patrimonial del edificio fueron el motor que impulsó a Valeria y a su pareja Mariano a emprender este proyecto. Verónica, dueña de “La Escuela” relata cómo se enamoró de Trevelin y la encantadora vida guardada en este edificio centenario. 

 

Ecos de 1923: los inicios del edificio como escuela

 

Verónica confirma la importancia histórica del lugar: "Funcionó como la primera escuela pública en el centro de Trevelin, que fue algo muy importante para los primeros colonos galeses". Se estima que en 1923 comenzó a funcionar la que sería la primera Escuela N°57, celebrando su centenario hace apenas dos años.

 

Arrancó con un aula única y no más de 50 alumnos. Dado que los registros escritos escasean, la dueña explica que la historia se armó con los relatos de las familias: "Los primeros maestros fueron pagos por las familias más pudientes, que pagaron la educación de sus hijos. Entonces arrancó siendo una escuela semipública". Este modelo perduró hasta 1951, cuando se fundó la actual Escuela pública N°57.

 

Una Joya arquitectónica que preserva su alma galesa

 

El edificio, cedido originalmente por la familia Garitano para el proyecto, hoy se mantiene prácticamente intacto. Se conservó su estructura, partes del techo y las aberturas originales. Verónica relata con cariño las particularidades de esta conservación: "Las puertas y las ventanas tienen más de 100 años, entonces no le podemos pedir mucho más que lo que pueden dar". Aún se conserva la chimenea y hay fotografías de la época en el local.

 

Como un detalle que fascina a los turistas, Verónica destaca la típica construcción galesa del lugar: "La propiedad está como hacia adentro de la calle, entonces cuando uno empieza desde la esquina Brown, hay como una ochava que se afina en esta parte". Además, se conserva el patio donde alguna vez los chicos jugaron y "amarraban sus caballos cuando venían acá".

 

Antes de ser restobar, el edificio tuvo múltiples vidas: fue vivienda familiar (albergando hasta tres familias juntas), depósito de forraje y galpón. Afortunadamente, un comprador privado a principios de los 2000 decidió preservar su estado, lo que permitió que en 2016 fuera reconocido como Patrimonio Cultural e Histórico de la ciudad.

 

El Sueño de reivindicar la Historia

 

Verónica no es de Trevelin, pero la montaña la conquistó. "Después del cartel del mirador de Trevelin, cuando visualicé ese valle, me enamoré, fue encontrar un lugar en el mundo," confiesa sobre su llegada en 2007.

 

La idea de abrir "La Escuela" surgió como una propuesta irresistible hace poco más de un año. El lugar ya había funcionado como un café, llamado "El Único Café", del que Verónica era clienta asidua. Finalmente, con su marido decidieron emprender el sueño: "Nuestra iniciativa con mi marido fue esto, ponerle 'La Escuela' para reivindicar el espacio, el lugar, revivirlo".

 

Los antiguos alumnos regresan

 

La elección del nombre no fue casual, y la dueña cuenta emocionada el momento que confirmó que iban por el camino correcto: "Desde el día uno que sacamos todo y empezamos a pintar mesas, hubo dos señores grandes que pasaron, y entraron a ver, y nos dijeron ‘yo vine a esta escuela’".

 

El restobar se ha convertido en un punto de encuentro con el pasado. Es común que los vecinos se acerquen, busquen a sus familiares en las fotografías antiguas o cuenten sus vivencias. Esta conexión se celebra en la entrada con las banderas galesa y argentina entrelazadas. Verónica destaca la calidez con la que reciben a todos, sean clientes o no: "También recibimos mucha gente de origen galés... simplemente pasan, miran, se sacan una foto y siguen. Eso también nosotros lo permitimos, porque nos encanta que vengan, que miren las fotos... y no es necesario el consumo".

 

Un restobar temático

 

Para honrar el espíritu escolar, la ambientación y la carta juegan con la temática: "Nuestras pizzas por ejemplo, se llaman la tiza, poliladron, rayuela, payana... los tragos también, tenemos plastilina, borrador". El happy hour es el recreo e incluso tienen una campana que suena invitando a unirse al 2x1. La calidez no solo está en la historia, sino en el sabor: la pizza se hace con harina orgánica del molino local, un detalle que nota y elogia su clientela. Ideal para un viaje en el tiempo, mientras tomás tu bebida favorita, mirás por las mismas ventanas que ofrecían las vistas a las inmutables montañas, como hace más de 100 años, como testigos del paso de la historia de un pueblo entero. 

 

 

 

E.B.W. 

 

 

 

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