Pasaron tres años desde que la Selección Argentina levantó la Copa del Mundo en Qatar 2022, pero en Esquel el recuerdo sigue intacto. Aquel 18 de diciembre, luego de una final inolvidable ante Francia, la ciudad se transformó en un gran escenario de festejo colectivo, donde el fútbol fue excusa y el sentimiento, protagonista.
Las primeras bocinas comenzaron a sonar apenas terminó el partido. Minutos después, el centro de la ciudad ya estaba colmado. Banderas argentinas, camisetas albicelestes, bombos, cánticos y abrazos se multiplicaron en cada esquina, con un grito que se repetía sin pausa: “Dale campeón”.
Un festejo sin edades ni distancias
Familias enteras se autoconvocaron de manera espontánea. Abuelos, padres, hijos y nietos compartieron una alegría que desbordó generaciones. Hubo lágrimas, risas y una emoción difícil de describir, acumulada tras décadas sin títulos mundiales.
La intersección de 25 de Mayo y Rivadavia se convirtió en uno de los principales puntos de encuentro, aunque la celebración se extendió por todo el casco urbano. Con el correr de las horas, los festejos continuaron en distintos espacios de la ciudad, en un clima de euforia que se prolongó hasta entrada la noche.
Qatar 2022, Messi y una final para la historia
La consagración en Qatar no fue una más. Con Lionel Messi como líder y emblema, la Selección Argentina protagonizó una final que ya es considerada entre las mejores de la historia de los Mundiales. Ese logro encendió celebraciones en cada rincón del país, y Esquel fue una de las ciudades donde la alegría se vivió con mayor intensidad.
Las imágenes de aquel día muestran una ciudad movilizada, unida por el fútbol y por la emoción de volver a ser campeones del mundo.
Un recuerdo que sigue vivo
Hoy, a tres años de aquella jornada histórica, Esquel vuelve a mirar hacia atrás. No solo para recordar una estrella más en el escudo, sino para revivir un momento que marcó a generaciones.
Las imágenes de esos festejos no son solo un registro: son el testimonio de un pueblo celebrando junto, como pocas veces, una alegría que todavía sigue latiendo.
O.P.