Durante cinco noches en alta montaña, un grupo de montañistas alcanzó una de las cumbres del Cerro Dos Picos, exploró nuevas líneas de ascenso y dejó instalaciones para futuras expediciones en la montaña más alta de la provincia del Chubut, con sus imponentes 2.530 metros sobre el nivel del mar.
La travesía fue protagonizada por Shanti Pastore (21), Joaquín Castelló (35), Diego Simari (39), Lucas Biancotti (45) y Axel Von Müller (49), quienes encararon una expedición exigente, silenciosa y profundamente comprometida con la montaña.
El relato, compartido por Lucas Biancotti, deja en claro que no se trató solo de alcanzar una cima. Fue una experiencia marcada por decisiones tomadas al amanecer, lectura constante del terreno, trabajo en equipo y una forma de montañismo donde la técnica convive con la intuición y el respeto por el entorno.
Cinco noches en la montaña y un campamento con historia
La expedición comenzó con la instalación del campamento base en un sitio ya cargado de antecedentes: el mismo lugar utilizado en 2021 durante el ascenso de Diego Simari, Jeremías Palavecino y Sebastián Secchiari, a la torre noroeste del cerro.
Ese primer día se dividieron tareas. Mientras parte del equipo realizó un porteo (el traslado de equipo pesado hacia zonas más altas) y exploró un paso seguro hacia la laguna superior conocida como Mapuches, otro grupo se dirigió a reconocer la cascada que nace del gran planchón nevado.
Al día siguiente, tras superar un desnivel cercano a los 800 metros, alcanzaron la laguna que sería su refugio durante las siguientes tres noches. Desde allí comenzaron a estudiar las posibilidades de escalada en la zona de la torre noroeste, observando líneas, accesos y condiciones de la roca.
Una decisión antes del amanecer
La madrugada siguiente fue determinante. Con una helada intensa y todo el equipo reunido dentro de la carpa, una corazonada (impulsada por Diego Simari) cambió el rumbo de la expedición. En lugar de insistir con la torre noroeste, decidieron intentar la torre sur, un terreno desconocido para todos, pero que ofrecía mejores condiciones para avanzar en conjunto.
Poco después de las seis de la mañana comenzó una jornada larga y exigente: unas 15 horas de actividad continua, desde la salida hasta el regreso al campamento.
Escalar con cautela
El desafío fue constante. Según el propio relato, el factor más delicado de toda la escalada fue la gestión del riesgo por caída de piedras, una amenaza permanente en este tipo de terreno, donde un error puede afectar a todo el equipo.
La progresión se dio combinando microlargos (tramos cortos asegurados) y momentos de ensamble, una técnica en la que los escaladores avanzan simultáneamente unidos por la cuerda, ganando fluidez pero exigiendo máxima coordinación. El grupo se organizó en dos cordadas: una de dos personas y otra de tres, esta última utilizando cuerdas dobles, un sistema que brinda mayor seguridad y flexibilidad en descensos largos.
Tras superar unos 600 metros de desnivel, atravesar neveros, pasar por encima de la conocida “ventana” (una formación natural en la roca) y afrontar una travesía final con pocos puntos de seguro, el equipo alcanzó una de las cumbres: el pico norte de la torre sureste.
Un aporte que queda para la montaña
Uno de los logros importantes de la expedición fue la instalación de una vía de rapeles, pensada no solo para el descenso del grupo sino también como aporte para futuras cordadas. Para ello, transportaron material de acero inoxidable: chapas, maillones y parabolts, unidos mediante cordines que, como es habitual en montaña, deberán ser reemplazados con el tiempo.
Los rapeles (algunos de más de 60 metros) conducen a sectores planos que requieren experiencia y atención. Por ese motivo, recomiendan llevar cordines de abandono, especialmente para los tramos finales.
Desde lo técnico, la dificultad de la escalada no superó el cuarto grado, aunque el tramo más exigente (crux) apareció en un diedro mojado, más vertical que el resto. Aun así, el verdadero desafío volvió a ser el entorno: la calidad de la roca, el clima cambiante y la exposición permanente.
Regreso al campamento y nuevas exploraciones
Luego de completar ocho rapeles, destrepes y una larga bajada por acarreo, el equipo regresó al campamento con la satisfacción de haber tomado buenas decisiones y de haber sumado una nueva página a la historia del cerro.
Al día siguiente, Axel Von Müller y Diego Simari salieron nuevamente, esta vez para explorar y completar la instalación de material en la torre noroeste, reforzando los descensos de la ruta utilizada en 2021, considerada el segundo ascenso conocido tras casi 70 años.
Montaña, desafío y corazón
La expedición al Cerro Dos Picos no fue una conquista ruidosa ni una búsqueda de récords. Fue algo más profundo: un ejercicio de montañismo consciente, de lectura del terreno y de construcción colectiva de conocimiento.
En diálogo con Red43 Comarca Andina, Lucas compartió una reflexión que condensa el espíritu de la experiencia y la razón última de cada paso dado en la montaña: “Dedicado a nuestros clubes hermanos CALP y CAEB y a nuestros amores”. No como una frase aislada, sino como una certeza compartida: que cada ascenso también se sostiene en los lazos, en las historias que acompañan desde abajo y en quienes esperan.
Porque en tiempos donde todo parece medirse en velocidad, Lucas, Diego, Joaquín, Shanti y Axel recuerdan que la verdadera cima no siempre está en la altura alcanzada, sino en la paciencia, el compañerismo y el respeto con que se recorre la montaña.
O.P.