30 de Diciembre de 2025
sociedad |

Donde el lago se vuelve oración

La capilla Virgen del Lago es un refugio de fe entre alerces, agua y tiempo.

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A orillas del Lago Futalaufquen, este emblemático templo de piedra y madera no solo es un hito arquitectónico, sino el cofre de los recuerdos más preciados de una comunidad. A través del relato de Betty Silva, recorremos la historia de un símbolo que busca ser reconocido como patrimonio cultural.

 


Betty Silva, pobladora del lugar, recuerda diferentes momentos en la Capilla Virgen del Lago.

 

En el vasto escenario del Parque Nacional Los Alerces, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2017, se erige un testimonio de fe y arraigo: la Capilla Virgen del Lago. Construida en 1957, esta estructura de materiales locales, piedra y maderas que posiblemente guardan el secreto del alerce, ha sido el centro de la vida social y espiritual de la Villa Futalaufquen por casi siete décadas.

 


La capilla Virgen del Lago, fue construida en 1957 y desde entonces es la postal religiosa del Lago Futalaufquen.

 

Para Betty Silva, nacida y criada en el parque, la historia de la capilla es, literalmente, la historia de su vida. Con 69 años, Betty recuerda con emoción que su bautismo coincidió con el día de la inauguración del templo. “Mi mamá y mi papá se casaron ahí”, relata, evocando aquel doble festejo que marcó el inicio de un vínculo inquebrantable. Aún hoy, su familia conserva con devoción el cuadro de María Auxiliadora que sus padres recibieron como regalo de bodas en aquel entonces.

 

 

Un lugar de encuentro y tradición

 

La memoria de los pobladores rescata figuras entrañables que dieron vida a estas paredes. Betty recuerda con nitidez al Padre Parolini, un hombre imponente de sotana larga que recorría las casas y los campos de juego para invitar a los jóvenes a la iglesia. También surge el nombre de Doña Lidia Ferreira, la histórica encargada de las llaves, quien mantenía el templo impecable y colmado de flores, recibiendo a los niños para el catecismo.

 

Uno de los recuerdos más vívidos y emotivos que atesora la comunidad son las celebraciones de los Reyes Magos cada 6 de enero. Frente a la capilla, los Reyes bajaban desde la zona de las caballerizas con sus atuendos, repartiendo regalos envueltos en papel celofán para todos los niños del lugar. Betty recuerda con orgullo a su abuela, Eduvina Poblete, quien solía ser premiada por ser la asistente más anciana y por viajar desde lejos, desde la zona de Laguna Terraplén, para no faltar a la cita.

 

 

Hacia la revalorización del patrimonio

 

A pesar del paso del tiempo, la capilla se mantiene firme como un emblema del parque. Sus campanas, que antaño congregaban a las familias los domingos, siguen resonando en la memoria de quienes crecieron corriendo hacia el templo al oír su llamado. Hoy, el edificio continúa albergando misas y celebraciones familiares; de hecho, cuatro de los cinco nietos de Betty han sido bautizados bajo su cúpula, la cual, según cuentan las leyendas locales, alguna vez albergó el pararrayos del lago.

 


Casamiento celebrado en 1972 en la capilla del Lago Futalaufquen.

 

El deseo de quienes han forjado su identidad en estas tierras es claro: que la Capilla de la Virgen del Lago sea oficialmente valorada como patrimonio cultural. “A mí me gustaría que se conserve”, expresa Betty, subrayando que, a diferencia de otros edificios que han sido trasladados, la capilla permanece en su sitio original como un guardián de la historia del Futalaufquen.

 

La capilla es, en esencia, un hilo invisible que une el pasado de los antiguos pobladores con el presente de sus descendientes. Es el recordatorio de que, más allá de la majestuosidad natural del entorno, la verdadera riqueza de la región reside en la memoria compartida de su gente.

 

 

Lic. Maira Flores.

 

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