Cuidar la salud cerebral y fortalecer la resiliencia emocional es posible a través de pequeños gestos cotidianos avalados por la ciencia. La clave reside en siete hábitos esenciales:
Comenzar con el descanso es fundamental: dormir en completa oscuridad es crucial, ya que la exposición a la luz nocturna, incluso en niveles bajos, afecta las fases profundas del sueño, eleva la frecuencia cardíaca y se ha relacionado con mayor riesgo de obesidad, diabetes, hipertensión y deterioro de la memoria en adultos mayores.
En el ámbito físico, el yoga no solo promueve la flexibilidad, sino que también genera beneficios cognitivos, ayudando a optimizar el funcionamiento humano al combinar respiración, relajación, meditación y posturas. Adicionalmente, mantener la presión arterial bajo control es vital, ya que la hipertensión es un factor de riesgo prevenible para la demencia, al dificultar el flujo sanguíneo y la eliminación de desechos en el cerebro.
La prevención es otro pilar: mantenerse al día con las vacunas no solo protege contra infecciones, sino que también puede reducir el riesgo de demencia, pues las infecciones graves (como gripe o herpes) se asocian con una aceleración de la atrofia cerebral.
Finalmente, el bienestar emocional y la conexión se cultivan a través de tres prácticas:
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Adoptar el JOMO (Joy of missing out o "alegría de perderse algo), una actitud que ayuda a reducir la preocupación constante por las acciones de los demás, favoreciendo el equilibrio emocional.
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Practicar la jardinería (tanto en interiores como exteriores), una actividad que se asocia con mejoras en la salud mental al reconectar con la naturaleza y fomentar la interacción social.
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El altruismo, al destinar tiempo o energía a otras personas, genera un ciclo positivo de beneficios emocionales y refuerza la salud personal, tanto para quien da como para quien recibe.
Fuente original: The Washington Post
E.B.W.