La historia argentina sumó un capítulo doloroso esta semana: el fallecimiento del Papa Francisco, el primer pontífice argentino y latinoamericano de la historia. Más allá de la fe o las creencias individuales, su figura fue simbólicamente enorme para un país que, por décadas, buscó reconocimiento y liderazgo a nivel global. Sin embargo, lo que debería haber sido una ocasión de unidad y reflexión se convirtió en una muestra más de la fractura que nos atraviesa: los ex presidentes no asistieron a su velorio en Roma.
La grieta —ese término ya desgastado pero todavía tristemente vigente— se hizo presente incluso en la muerte. ¿Qué mensaje le estamos dando al mundo y a nosotros mismos como nación? En lugar de un gesto de madurez política por sobre diferencias ideológicas, eligieron el silencio y la distancia. ¿Fue por ego? ¿Por cálculo político? ¿Por desinterés? Cualquiera sea la razón, el resultado fue el mismo: una ausencia llamativa.
Francisco no fue un Papa ajeno a la realidad argentina. Estuvo presente, opinó, criticó y también acompañó a cada uno de estos ex presidentes que fueron, en su momento, a buscar la foto y el encuentro oportuno. Como cualquier figura pública de peso, generó amores y rechazos. Pero incluso así, su figura superaba largamente las disputas partidarias. Representaba, para muchos, una esperanza de que desde Argentina podía surgir una voz escuchada en todo el mundo.
Su muerte era una oportunidad para que nuestros líderes políticos demostraran que, ante lo verdaderamente trascendente, todavía eran capaces de dejar de lado el rencor y los reproches. No lo hicieron. Ni siquiera por unas horas.
Y entonces volvemos a preguntarnos: ¿qué clase de país queremos ser? ¿Uno donde la mezquindad le gane siempre a la grandeza? ¿Donde las diferencias tengan más lugar que el respeto, incluso en la despedida de una figura histórica?
Tal vez esta ausencia sea una metáfora perfecta de nuestro tiempo: un país que sigue perdiendo oportunidades para sanar. Y la más triste de todas es que parece que ya ni la muerte de un Papa argentino nos une.