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04 de Mayo de 2025
sociedad |
Marisa Gomez

Hoy ando un  poco perdido

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- Por Marisa Gómez-

 

Los nubarrones negros se apropiaron del cielo. Calma antes del aguacero.

 

Camino por el pasillo apoyada en el brazo de mi hija. Me parece una mala broma el nombre de la residencia: Nido de Calandrias. 

 

¿Qué estoy haciendo acá? Años deseando este momento y ahora que estoy a unos pocos pasos no quiero entrar. Pasaron más de treinta años, ya no sé si esto tiene sentido. 

 

Fui yo la que insistió para venir. Miro a mi hija y en mi cabeza está ese primer día de clase de primer grado, ese seis de marzo, cuando la dejó en la puerta del colegio y no lo vimos más. Una cuidadora sale a recibirnos.

 

Pasen, pasen, las estaba esperando. Los abuelos están por merendar. Les encanta sentirse acompañados, nos dice. 

 

Retrocedo unos pasos, vamos, me arrepentí, le digo a mi hija. 
¿Cómo te llamás, linda?, pregunta la chica. 

 

Rosa. Me dicen Rosita, contesto.

 

La cuidadora me mira y qué coqueta estás, tan coqueta como tu nombre, vení, acompañame, me dice.

 

Me toma del brazo, avanza por el pasillo y veo a los viejos sentados con los rostros hacia abajo como si la fuerza de gravedad los empujara. Uno ronca. El sonido inicia envolvente y después se aflauta y se superpone a los diálogos del actor Guy Williams que encarna a Diego de la Vega en la serie El zorro.

 

Otro viejo, delgado y alto, se despierta y aplaude. En la pantalla del televisor que ocupa casi toda la pared aparece ahora la nómina de los actores de reparto. 

 

Termino de organizar la merienda y estoy con ustedes, nos dice María. 
Vamos, le digo a mi hija. 
¡Mamá! Vos insististe en que querías verlo. 
¡Vamos!, no tengo nada que hacer acá.

 

Ana me mira, y me dice, años te escuché decir que algo pasó entre el abuelo y papá, que vos los escuchaste discutir la noche anterior pero que el abuelo nunca quiso hablar del tema. Hoy es tu oportunidad. 

 

Sí, pero yo no sé. Ayer estaba dispuesta a preguntar, hoy no sé si quiero desenterrar el pasado, le digo.
Tu padre está en el baño, ya viene, desde hace un rato se está perfumando, le dice la cuidadora a Ana.  

 

Gracias María, vinimos un ratito, no fue intención molestarte, dice Ana.
Nos alcanza dos tazas de té y trozos de budín. La angustia me abre el apetito, me lo devoro. 

 

Ese hombre que no veo hace años, aparece en el comedor, se sonríe, da pasos cortos y se para frente a su hija, se saca la boina, hace una reverencia y huelo su perfume. 

 

¿Quién es usted?, hoy ando un poco perdido, le dice a Ana. 
Ese hombre me mira, hace la misma reverencia, a usted me parece que la conozco, ¿no? Perdón,  pero hoy ando un poco perdido.

 

                                   
 

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