- Por Lelia Castro -
La historia de Oscar Huentequeo no es sólo la de un hombre, sino la de un barrio, una comunidad, y un tiempo que parece haber desaparecido pero que, en su memoria, sigue más vivo que nunca. Hoy eligió dar el primer paso en su propósito de dejar un relato de su vida.
“Nosotros por suerte tuvimos una linda infancia”.
Nacido en Chile pero esquelense por elección y corazón, llegó con apenas dos años a esta ciudad junto a sus padres y cinco hermanos. Se crió en el barrio El Molino, “entre la Avenida Fontana y la Avellaneda, ahí donde estaba la escuela 54 y el viejo Molino”, nos cuenta con precisión. Allí nació su amor por el fútbol, sus primeras amistades, también su temprano sentido del esfuerzo y del valor del trabajo.
“Enfrente de mi casa teníamos una canchita de fútbol, ahí es donde nos juntábamos todos los días con todos los muchachos de ese tiempo”.
“Éramos seis hermanos”, comenta Oscar y asegura que ya desde chicos sabían que
había que ayudar en el hogar. Por este motivo, se turnaban cada fin de semana para trabajar y contribuir a la economía familiar. Su padre, Don Gastón, era un mecánico reconocido en toda la ciudad: “Hasta el día de hoy se acuerdan de él. Fue muy buena persona. Muy trabajador”. Su madre, por su parte, era la viva
representación del sacrificio y la entrega.
“Yo creo que las madres de antes fueron muy sacrificadas, no es lo mismo a lo que son las madres hoy, sin desmerecer las madres por supuesto, pero yo creo que fueron sacrificadas”.
La infancia, aunque humilde, está pintada con los colores de la libertad y es revivida a través de los recuerdos de juegos constantes: entre la bolita y las pelotas de trapo que iban armando entre amigos para jugar un partidito. Además, rememora Oscar, los días de verano (o de un poquito de sol) se disfrutaban en el río, laguna o arroyo más cercano.
“Ni hablar de los inviernos de antes, eran duros”.
Con 13 años ya trabajaba como cadete en Casa Neira. Luego fue panadero, vendedor de cigarrillos y hasta jefe de estación en el Automóvil Club. En cada trabajo, Oscar dejó una huella y aprendió todo cuanto podía en su afán por superarse día a día.
“No teníamos una casa grande donde nos criamos. Era una casita chiquita que tenía una pieza, una cocina y la famosa letrina. Mi viejo nos había armado a nosotros una pieza aparte en el patio, y esa pieza estaba hecha toda con chapa de zinc que la revestía por dentro, pero era fría”.
Pero si hubo algo que marcó su vida más allá del trabajo, fue el deporte. Jugó al fútbol en Los Alerces del Lago Futalaufquen e Independiente. Después fue técnico en casi todos los clubes locales. También fue parte fundamental del boxeo en Esquel: “Estuve toda la campaña del Mono Juárez. Éramos muy amigos y estuve en el rincón de él”.
“Estuve 11 años trabajando en Pinocho hasta que me retiré”.
El presente lo encuentra luchando contra un diagnóstico oncológico. Sin embargo, Oscar no se entrega e invita a quien esté atravesando una situación similar a no rendirse y seguir peleándola, prestando atención a lo que dicen los médicos. Lo rodean amigos fieles, una familia que se agranda cada vez más y recuerdos que lo
sostienen.
“Tengo nietos y hace un mes tengo una bisnieta”.
Hoy vive en lo que fue su último emprendimiento, un bar llamado “As de Basto”. Lo construyó con sus propias manos y lo transformó en su hogar, en su refugio. Desde acá sueña con escribir el libro de su vida, plagado de anécdotas y recuerdos.
“El sueño mío fue siempre de querer hacer un libro o una revista de toda la historia mía”.
Al cerrar la charla, Oscar deja un mensaje que es también una lección de vida. Nos recuerda la importancia de permanecer cerca de nuestros padres, a través de cualquier medio pero con constancia y, además, se dirige a los más jóvenes: “No es un consejo es algo que siempre uno quiso con sus hijos y quiere con los hijos ajenos: evitar todas esas cosas malas que hoy en día están al salir de la puerta. Decirle a los chicos de hoy en día que se dediquen al deporte y que esas cosas
traten de evitarlas, y además, que dediquen mucho tiempo a estudiar”.
Agradecemos a Oscar por abrirnos las puertas de su hogar y brindarnos esta
entrevista tan sentida e inspiradora.