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11 de Junio de 2023
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Ricardo Bustos, el lado B

Bustos, el periodista incisivo que todos conocen, que no le importa la opinión de nadie ni las ofensas de los haters, en una charla íntima habla sobre su vida, su familia y las adversidades que ha sufrido. Un Ricardo poco conocido.

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-Por Lelia Castro-

 

 

Si bien es un periodista conocido y reconocido por todos en Esquel, no es así su vida personal, sus pasiones, las dificultades que ha tenido que atravesar en distintos momentos. A los 61 años, sus creencias y convicciones lo llevaron a ser lo que es hoy en día y afrontar todo lo que se le presenta en el camino.

 

 

 

Nació en Mar del Plata en el año ’61, pero fue concebido en Buenos Aires, cuando su madre Sara trabajaba en una casa de familia y se encontró afectivamente con Manuel, el hijo del patrón, por lo cual la echaron de allí y nunca más se vieron. Él se recibió de médico y se fue del país a ejercer su profesión.

 

 

Durante 40 años mi papá no me conoció. Mi mamá me tuvo a mí, me puso de apellido de soltera de ella”.

 

 

 

 

 

La vida la juntó con otro hombre, quien Ricardo creyó que era su padre hasta los 18 años. Comenta con pesar que “bajo circunstancias muy dramáticas, muy violentas, prácticamente huimos de esa casa, como consecuencia de todo ese proceso de violencia, un entorno muy feo. Ahí me dijo mi mamá que él no era mi papá, que era otro hombre y me dio dos datos nada más: se llama fulano de tal y es médico, nada más”. Sintiendo un gran alivio al saber la verdad, “era una buena noticia saber que este hombre no era mi padre, porque la verdad no la pasaba bien yo con ese hombre, pero pensaba que era mi padre”.

 

 

No tengo un buen recuerdo de ese hombre. Todo lo que hoy se habla de violencia de género, violencia intra doméstica y todas esas cosas que son tan dramáticas, yo las viví cuando era muy chiquito. Mi primera infancia y mi primera adolescencia, hasta los 15 años no fue buena en ese sentido”.

 

 

 

 

Recuerda que no tuvo una infancia feliz, que su madre sufría de violencia por parte de ese hombre, lo que le dejó como una valiosa lección años después: qué es lo que querría en caso de tener su propia familia, lejos de la violencia, las agresiones y los maltratos, que sus hijos no pasaran lo que él tuvo que vivir.

 

 

Pero la infancia no fue la infancia más feliz que puede tener uno como niño, me sirvió sí para saber lo que yo quería de mi familia, cuando yo tuviera mi propia familia, o lo que yo pretendía que viviesen mis hijos cuando yo tuviese mis propios hijos. Todo lo que yo viví de niño, aspiraba a que no viviesen mis hijos si finalmente formaba una familia, como formé”.

 

 

 

Las situaciones por las que ha tenido que atravesar en su infancia lo hicieron adoptar una filosofía de vida en la que siempre se puede encontrar algo bueno de lo malo, “todos nos defendemos como podemos, a un niño en los entornos más violentos siempre encuentran cosas lindas, yo creo que encontré cosas lindas también en mi infancia, pero no estuvo atravesada por muchos momentos de felicidad”.

 

 

 

Al terminar el secundario en el año ‘82 a los 19 años, entra en la colimba, justo en la época en que comenzaba la Guerra de Malvinas, donde fue como soldado voluntario, fue movilizado, aunque no llegó hasta las Islas. Al terminar el conflicto bélico le dan la baja por buen comportamiento y se va a Buenos Aires a estudiar periodismo.

 

 

 

En el año ’84 viene de vacaciones a Esquel con un amigo, y se quedó en la casa de otro amigo, el pediatra Allen Winter. En ese momento fue que conoció a su ex esposa, con la cual formaron una familia, compartiendo 18 años juntos y tuvo tres hijos a los que ama por sobre todas las cosas: Débora, David y Daiana. También tiene dos nietos que son la luz de sus ojos, los define como dos seres especiales y espirituales, Román y Amancay Huentelaf, de apellido mapuche.

 

 

 

Más allá de las dificultades y adversidades por las que atraviesa cualquier pareja, considera que fue un gran matrimonio, basado en el amor y respeto, todo lo contrario de lo que él vivió en su infancia. Presenció los partos de sus tres hijos con gran emoción y compromiso de que sea un modelo opuesto al que sufrió de niño.

 

 

Mis hijos, por supuesto con los reclamos que cualquier hijo pueda hacerle a un padre, mis hijos si hay algo que no le pueden reclamar a su papá y a su mamá es nada que tenga que ver con esos episodios de violencia de género, psicológica, verbal y demás. Mis hijos se criaron en un ambiente de mucho amor”.

 

 

 

 

Sin embargo, la vida no es siempre justa, y Ricardo sufrió otro fuerte sacudón doloroso al perder a los 14 a Daiana, en un trágico accidente automovilístico, lo que le provocó un dolor único e indescriptible, que nunca podrá ser superado. Los padres nunca están preparados para perder a sus hijos, el dolor lo sobrelleva gracias a su fe y convicciones espirituales en la vida eterna, que no termina en el plano terrenal, por lo que mantiene una conexión espiritual con su hija. Siempre tratando de mantenerse positivo en la vida ante las circunstancias que le han tocado atravesar, se para y afronta lo que sea, siempre “consciente de que tengo dos hijos más, tengo nietos, tengo amigos, familia, gente que me quiere y yo me quiero a mí mismo por sobre todas las cosas. Entonces, he optado por el camino del amor, no del miedo”.

 

 

“Yo tengo una convicción que es mía, no intento imponérsela a nadie y creo que la vida es eterna, entonces de alguna manera también estoy convencido de que mi hija dejó de existir ese cuerpo físico que la sostenía, pero su espíritu es eterno y está en algún lugar evolucionando espiritualmente”.

 

 

 

 

A lo largo de su carrera como periodista, ha sido objeto de críticas y ataques. Sin embargo, ha aprendido a no tomar esas agresiones como algo personal. Es un hombre de convicciones y parado firmemente en la vida, sin dejarse afectar por las opiniones ajenas, manteniendo siempre su punto de vista. Poco le llegan los comentarios de los “haters” que critican, no se hace cargo porque no lo siente como algo propio, a menos que se haya equivocado, por lo cual pide disculpas. Pero en cierto punto, las críticas le divierten, porque muchas veces la gente habla por hablar.

 

 

Muy pocas veces me llega el bardeo, la agresión física, verbal de la gente, no la siento para mí, no es para mí. A veces la gente agrede, lastima porque está lastimada por dentro, entonces más allá de la agresión, muy pocas veces reacciono sintiendo que es para mí. Mi mamá también escucha la radio, está permanentemente escuchando y a veces ella sufre eso, yo le digo: mamá, es mi trabajo, no es para mí, no me hago cargo, excepto que me acusen de algo que yo realmente estoy consciente que fallé o que estuve mal”.

 

 

 

Al ser una persona mediática y conocida al trabajar en los medios, muchas veces la gente lo busca para solucionar sus problemas, ya que los medios de comunicación tienen la capacidad de visibilizar y muchas veces resolver problemas.

 

 

 

Algo que lo conmueve sobremanera es la violencia de todo tipo, más cuando hay niños de por medio, le remueve mucho al sentirse identificado en su pasado, buscando la forma de frenarlo. Considera que “hay una falta de cultura, de educación, la gente cree que es dueña de la vida de la otra persona, de su pareja, sea un hombre o una mujer”. Lo que comúnmente se llama “cosificación”, él lo ve como una falta de respeto hacia la vida del otro.

 

 

“Yo creo que si enseñáramos en las escuelas con más énfasis tres cosas fundamentales como son el derecho a la vida del otro, a la propiedad del otro y a la libertad que tiene el otro, muchos de estos problemas que ahora le llaman violencia de género, bajaría mucho. Hay que enseñarles a los chicos desde chiquititos que la otra persona es otra persona, que no es de nuestra propiedad; ni esa persona, ni sus objetos, ni su tiempo, ni su vestimenta, ni sus amistades”.

 

 

 

Ricardo se define a sí mismo como alguien que ama a su país. Siente un profundo dolor por las dificultades que atraviesa la Argentina y por la pérdida de esperanza de la generación más joven, que cada vez miran más hacia el exterior para vivir. Su paso por el Ejército le hizo forjar este sentimiento patriota, provocándole mucho dolor ver cómo desmejora día a día, “porque este país tiene posibilidades de ser potencia mundial, superior a Estados Unidos, pero permanentemente hemos elegido mal, hemos tomado siempre el camino equivocado, en los últimos 80 años, por eso estamos como estamos”.

 

 

 

Uno de los principales pilares en su vida, además de su familia, son sus amigos, a quienes cuida celosamente, tratando de evitar cometer errores y cultivando las relaciones, ya que son fuente de su felicidad. “He aprendido a esta etapa de la vida que las parejas pueden pasar, que los hijos a veces toman otro camino y se van, siguen siendo los hijos de uno, pero a veces están distantes, y los amigos no, los amigos están siempre, entonces hay que cuidarlos”. Así como también se preocupa por mantener una relación sana con sus compañeros de trabajo.

 

 

Para mí son cosas muy importantes: mis hijos, mis nietos, las mujeres que quise y que me quisieron, mis amigos, son cosas que tienen mucho valor. Me pueden putear en la radio, me puede pasar una manifestación y me pueden putear y no me va ni me viene, me resbala, ahora si tengo un problema con un hijo o un entredicho con un amigo, me preocupa, porque eso sí me interesa”.

 

 

 

Otra de las fuertes críticas que ha recibido es el considerarlo racista, lo cuál le causa gracia, ya que se considera una persona cercana a las minorías: a los judíos, mapuches, gays, lesbianas, para él todas las personas son iguales, “lo que los diferencia es la gente bien y la que no es de bien”.

 

 

 

Un día en la vida de Ricardo significa levantarse muy temprano y meditar, desayuno y a la radio. Luego va a entrenar, ducha y a seguir con las obligaciones. Siendo una parte muy importante el deporte, lo practica todos los días, “para mí es como lavarme los dientes, es una forma de vida que tengo desde siempre y trato de cuidarla porque tiene que ver con mi salud”. Al volver a casa, hay dos seres muy especiales que lo esperan: Pepa y Ruso, dos gatitos que le fueron heredados, que son su gran compañía y los cuida mucho.

 

 

 

Firme en sus convicciones, recomienda hacer las cosas en las que uno crea, que sean con y por amor, dejando de lado los miedos, “que hagan las cosas que quieren hacer: ya sea un lugar de trabajo, cambiar de lugar donde vivir, trabajar en otra cosa, cambiar de amistades o de relación”. Considera que el motor de la humanidad es el amor y su opuesto no es el odio, sino el miedo, que paraliza y no permite avanzar.

 

 

“El mundo se mueve por amor, pero por supuesto también hay miedos, el yin y el yang, está el amor y lo que se pone en frente que es el miedo. Mi mensaje o mi consejo es que no hagan nada por miedo, que se saquen los miedos de encima, que hagan todo sin miedo, que todas las cosas que hagan las hagan con amor”.

 

 

 

Ricardo Bustos es una persona que ha superado desafíos personales y ha convertido su experiencia en una lección de vida. Su compromiso con formar una familia basada en el amor y la ausencia de violencia, así como su dedicación a abordar temas relevantes en los medios de comunicación. A pesar de las dificultades, sigue creyendo en la libertad y en el potencial de su país. Más que un periodista, es una persona con una historia de vida que inspira y enseña importantes lecciones sobre el amor, la resiliencia y la esperanza.

 

 

Agradecimiento especial para FM del Lago y Gimnasio Vive, por abrir sus puertas gentilmente y colaborar con esta entrevista especial.

 

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