Por Lelia Castro
María Laura Nogueira, mejor conocida como Malala, nació en Bariloche y se crió en Viedma, Río Negro. Allí completó la escuela primaria y secundaria, y se graduó como profesora de Educación Física. A los 10 años, comenzó su relación con la natación, que más tarde la llevaría a certificarse como entrenadora nacional en el CENARD de Buenos Aires.
Sus padres, ya fallecidos, fueron una gran influencia en su vida. "Mi madre, una destacada docente, me inculcó la pasión por la enseñanza, mientras que mi padre, trabajador del campo y del Poder Judicial, me enseñó el valor del esfuerzo y la disciplina", recuerda Malala. Creció en una familia trabajadora, donde faltar a la escuela no era una opción, independientemente de cualquier dolencia. Esta ética de trabajo y perseverancia definió su carácter.
“Vengo de una familia muy laburadora desde abajo, dedicada al trabajo, y esa gente que tenías que trabajar y trabajar, dar lo mejor de vos, no por trabajar y hacerlo, sino que tenía que estar hecho y bien. Antes por ejemplo, yo no podía faltar a la escuela ni por dolor de cabeza, ni por dolor de panza ni por un resfriado, no se podía faltar, uno tenía que estar siempre dispuesto a hacer y producir. De ahí viene la disciplina también”.
Malala tiene dos hermanos, muy diferentes entre sí, y siempre fue el "tractor" de la familia, en comparación con la facilidad con la que sus hermanos abordaban sus estudios.
“De los tres hermanos, era como que yo era el tractorcito de la casa y los otros andaban en Fórmula 1: tenían una facilidad para aprender, para aprender el idioma extranjero, la escuela, es decir, se sentaban una hora y ya está, a mí siempre me costó un poco más. Esa misma vida de lucha, de poder alcanzar lo que ellos alcanzaban con tan poco tiempo, a mí me costaba el doble o el triple, me ayudó a tener más perseverancia en la vida, a luchar, a ser más tenaz”.
En 1992, Malala se trasladó a Esquel después de trabajar como entrenadora en Viedma. Necesitaba un cambio y, al conocer a su marido, Rodrigo Villa, originario de Esquel, encontró un nuevo hogar. Aquí, descubrió una comunidad apasionada por la natación, y aunque inicialmente pensó en dejar el deporte, el destino tenía otros planes para ella.
“Justo se da que abren la pileta y Jorge Aleuy me dijo si me quería hacer cargo y preparar a chicos y armar un equipo, y bueno, empecé en la búsqueda de armar un equipo. En aquél entonces me acuerdo que tenía que ir tres veces por semana y yo iba de lunes a viernes, desde las 6 de la tarde hasta las 8 de la noche, tratando de ver a los chicos en pileta libre y seleccionarlos para poder prepararlos a lo que es la natación. Y así fui formando el equipo. En esa época en la municipalidad eran contratos, te contrataban por 6 horas, yo en esa época entregué mucho de mi tiempo, más allá de lo que tenía que recibir, que hoy por hoy si no te pagan bien no lo hacés, mi objetivo era poder armar un equipo de natación, y yo iba a eso. No importaba si me llevara dos horas, tres, diez, doce horas, incluso trabajábamos los sábados a la mañana”.
En Esquel, Jorge Aleuy le ofreció la oportunidad de formar un equipo de natación. Empezó con recursos limitados y horarios ajustados, pero con dedicación y el apoyo de los padres, logró entrenar a 75 nadadores. "A pesar de las dificultades, nunca dejé de lado mi pasión y compromiso", dice Malala. Cuando las cosas comenzaron a irse de las manos, incorporó a Alejandra Ibrahim como ayudante.
Ha competido y organizado diversas actividades, incluso llevando a los jóvenes a la montaña para fortalecer su espíritu. Aunque la natación puede parecer monótona, Malala ha tratado de infundir en sus alumnos la importancia de la disciplina y el esfuerzo. "La natación es más que un deporte; es una forma de vida que enseña disciplina y organización", afirma.
“La natación yo la tomo como una filosofía de vida. Recuerdo que un profesor me enseñó que aquél que hace deporte, donde vos tenés que preparar tus cosas, entonces enseñas a ordenarse, le ordenas todos, le decís que tiene que preparar su bolsito, la malla, el gorro, no le tiene faltar nada, el chico se tiene que ordenar, tiene que estar 10 minutos antes, no puede llegar sobre la hora. Entonces esto también, la clase empieza a las 10, no podés venir 10:05”.
En la actualidad, sigue entrenando a aquellos chicos que comenzaron con 10 años a entrenar y competir con Malala. En ese momento, se había formado una comisión de padres que se encargaban de conseguir todo lo necesario para los viajes y las competencias. Hoy esos niños ya son grandes y siguen nadando como un cable a tierra, y muchos de ellos forman la comisión de padres al llevar a sus hijos a continuar sus pasos.
Según Malala, la natación es un deporte que no tiene límites, hoy existe la natación en aguas abiertas, que junto a Mario González Paris hace 8 años que vienen practicándolo, “empezamos con 15 y este año tuvimos 102 inscriptos”, comenta.
Su vida personal siempre ha estado ligada al deporte. Con su marido y sus hijos, ha compartido aventuras en la naturaleza. A pesar de los desafíos, siempre ha priorizado su familia y ha encontrado en el deporte un refugio y una fuente de fortaleza. "Soy una persona muy tenaz, obstinada, terca, que cuando se me mete algo en la cabeza voy. Y la verdad que nunca hice que en casa, y lo hago hasta el día de hoy, que noten mi ausencia como mamá", explica.
“Pienso que agradezco al deporte, la vida no me fue fácil y siempre tuve que lucharla, pienso que me enseñó a luchar el deporte mismo, pero no para ganarle al otro, sino para decir: yo pude, acá estoy, y sigo. Yo creo que tengo fortaleza mental, espiritual gracias al deporte. Me da satisfacciones en su momento y ahora también, sigo haciendo deporte, más limitado, pero esa sensación que uno puede, sólo hay que animarse”.
Hoy, Malala continúa entrenando y participando en competencias, disfrutando de ver a sus antiguos alumnos regresar a la piscina con sus propios hijos. Como mensaje a la comunidad de Esquel, invita a explorar la natación. "No solo es un ejercicio completo y seguro, sino que también es una habilidad esencial para la vida", comenta. Malala sueña con que Esquel cuente algún día con una nueva piscina que permita a más personas descubrir los beneficios de este maravilloso deporte. Participa de los Tetra o Triatlon, también en carreras de Mountain Bike.
“Yo trabajo con mucha pasión, yo pienso que si uno no hace las cosas con pasión, donde hay una entrega total, el compromiso por supuesto que no es igual, es como que no tiene sentido, es como gastar energías que no llegan al fin que vos querés. Siempre fui así, siempre lo que hago, lo hago con pasión, sino no tiene sentido, prefiero no hacerlo”.
La reflexión final que deja es que la natación es sanadora, no hay edad para practicarla, no es un deporte agresivo ni de contacto, es algo que le hace bien a todas aquellas personas que tienen problemas psicológicos, respiratorios o articulares, “traten de explorar, de vivenciar, que es un seguro de vida”, concluye.
Agradecemos a Malala por la predisposición a abrirnos las puertas de su casa y hablar sobre su vida y trayectoria, una persona tan importante para la vida deportiva de la ciudad y que ha marcado la vida de cientos de chicos, muchos hoy ya adultos que siguen practicando la disciplina. Además, agradecerle por brindar el archivo fotográfico.