Hace algunos años Manu pesaba 180 kg. Su cuerpo prácticamente no aguantaba más. Las rodillas y los tobillos le estaban pasando factura. Y la diabetes comenzaba a ser el protagonista principal de su vida.
El sedentarismo, la mala comida, el dejarse estar. El no tener autoestima lo estaba llevando a la más absoluta depresión. Lo sostuvo su familia, sus hijos, el trabajo. Por suerte no estuvo solo.
Tocó fondo. Ya no había salida. O cambiaba rotundamente o cambiaba de mundo. Llegó al Gimnasio Vive con el solo hecho de tener una actividad física. De cambiar su cuerpo y precisamente su cuerpo empezó a cambiar, su cara empezó a cambiar.
Y dentro del gimnasio conoció el Powerlifting. Sumó amigos con quienes armó un gran equipo.
Y el deporte le cambió la vida.
Se dio cuenta que era posible. De estar en lo más bajo, sin objetivos en la vida y con un futuro incierto alcanzó en Bolivia el título de Campeón Sudamericano de Powerlifting.
Lo hizo dentro de la categoría de 125 a 140 kg (peso corporal).
Pero nada de este logro fue fácil. El torneo fue por demás duró y, además, los jueces se pusieron implacables. Repartieron ejecuciones nulas a “diestra y siniestra”.
“El torneo fue durísimo. No quería venirme con ejecuciones nulas, no quería venir con la planilla en blanco”, destacó Manu, horas después de haber logrado el título sudamericano.
Además, producto de la comida boliviana, con mucho picante y la carne dura (no hay mejor carne que la patagónica) bajó más de 7 kilos.
Y casi se queda fuera de competencia por bajo peso. Paradójico si recordamos sus anteriores 180 kg.
A pesar de ello, en Bolivia hizo muy buenas marcas, pero quedó con la sensación que podía dar más.
Del Torneo Sudamericano tomaron parte unos 10 países. Levantó 615 kg en total.
235 kilos lo hizo en sentadillas, 130 levantó en banco y 250 kilos levantó en despegue.
La historia de Manu en el deporte recién comienza. Se vienen grandes torneos.