Las tareas de desmalezamiento y mantenimiento realizadas en el Sendero de los Antiguos Pobladores tienen como objetivo mejorar las condiciones de circulación en uno de los tradicionales recorridos de Lago Puelo, pero también vuelven a poner en foco el valor histórico y social de este camino que atraviesa casi un kilómetro de memoria viva.
El sendero fue denominado oficialmente “Sendero de los Antiguos Pobladores” por la Ordenanza Municipal N.º 049/18 HCD-MLP, que además lo declaró Patrimonio Histórico, Cultural y Natural en tanto paisaje cultural. El recorrido une los callejones El Cóndor (antes conocido como callejón de Moya o La Lydia) y Cauken, y sintetiza el uso del territorio que realizaron las primeras familias que se asentaron en la zona.
Un inicio marcado por los nombres y el territorio
El sendero comienza en el callejón El Cóndor, en Villa del Lago. Durante décadas, estos caminos fueron identificados por referencias cotidianas: el apellido del vecino que vivía allí, una chacra, un árbol o alguna particularidad del relieve. Por eso, este tramo fue conocido primero como callejón de Moya, en referencia a un antiguo poblador, y más tarde como callejón La Lydia, por la chacra de la familia Llanos.
La denominación actual surge a partir de una propuesta del vecino y ornitólogo Ernesto Hecker, quien impulsó una ordenanza para nombrar los callejones con aves de los bosques andino-patagónicos, integrando identidad local y entorno natural.
Las postas: historias de pioneros y desarraigo
A lo largo del sendero, una serie de postas reconstruyen fragmentos de la historia de Lago Puelo, marcada por el trabajo rural, la inmigración y, en muchos casos, el desarraigo.
A pocos metros del inicio se encuentra el sitio donde vivieron Aurora Cerda de Rubilar, considerada la vecina más longeva de la localidad, y Feliciano Moya. Aurora fue una de las pobladoras desalojadas cuando se creó el Parque Nacional Lago Puelo en 1937. Tras años de traslados forzados, construyó allí su casa, su galpón y una quinta que le permitió sostener a su familia. En ese lugar pasó sus últimos años, hilando recuerdos de un Lago Puelo que ya no era el mismo.
Más adelante aparece la Chacra La Lydia, con una historia ligada a varias familias. Primero fue ocupada por Juan Albornoz, hijo de inmigrantes chilenos que llegaron a la Comarca Andina a comienzos del siglo XX. Luego pasó a manos del ucraniano Stephan Zaniuk, quien la transformó en una chacra modelo, con rotación de cultivos, frutales y ganadería. Su producción llegó a comercializarse en El Bolsón, Bariloche y Esquel. Más tarde, la familia Llanos continuó con otra impronta productiva, incorporando frambuesas y nogales. Hoy, parte de ese predio se encuentra loteado, una postal del cambio de época.
Inmigrantes, arte y vida rural
Otra de las postas remite a la vivienda de la familia Kratochwil, establecida en 1958. Provenientes de Austria, Francisco Kratochwil y Carolina Christenhaidt eligieron Lago Puelo luego de recorrer distintas localidades patagónicas. Francisco, fotógrafo y artista gráfico, encontró en el paisaje cordillerano una fuente permanente de inspiración y dejó un valioso legado de acuarelas que retratan el entorno.
La chacra fue llamada “Ruca Murau”, combinando la lengua mapuche (ruca, casa) con el nombre del pueblo austríaco de origen familiar. En aquellos años, el sendero era transitado a pie, a caballo o en carros de bueyes, y la vida rural marcaba el ritmo cotidiano.
Juana Muñoz y la memoria de los desalojos
El recorrido también señala el antiguo asentamiento de Juana Muñoz, otra de las pobladoras desalojadas del Parque Nacional. Su historia, reconstruida a través de relatos familiares, habla de una vida humilde, ligada a la producción de alimentos, los frutales y la autosuficiencia. Una gran roca caída cerca de su vivienda terminó por forzar su traslado, y el terreno pasó luego por distintas manos.
Producción, auge y declive
La Chacra de Fernández, otra de las postas, fue una de las más productivas de la zona a mediados del siglo XX. Allí, Alfredo Vega Olmos impulsó el primer lupular de la Comarca Andina y las primeras plantaciones de frambuesas de Lago Puelo, con apoyo técnico y financiero de empresas nacionales. Su experiencia productiva, que llegó a su apogeo a fines de los años 50, terminó abruptamente tras conflictos societarios, marcando el inicio del declive de una chacra que había sido modelo.
El límite del Parque y una historia compartida
El sendero finaliza en el esquinero del Parque Nacional Lago Puelo, límite norte del área protegida. Este punto resume una tensión histórica: la necesidad de preservar la biodiversidad y, al mismo tiempo, el impacto que tuvo la creación del Parque sobre las familias que lo habitaban. Álamos, robles y frutales que aún emergen entre el monte funcionan como testigos silenciosos de antiguas chacras y viviendas.
Caminar el sendero, leer el pasado
Hoy, el Sendero de los Antiguos Pobladores es utilizado para caminatas recreativas y educativas, pero también es un archivo a cielo abierto. Las tareas de mantenimiento mejoran la seguridad y la accesibilidad, pero su valor central sigue siendo la posibilidad de caminar la historia, reconocer a quienes habitaron el territorio y entender cómo se fue construyendo la identidad de Lago Puelo.
Como señala una de sus inscripciones: “Estimado caminante, disfrute de este recorrido a través del tiempo”. Una invitación a transitarlo con respeto, sabiendo que cada tramo guarda una parte del pasado que todavía late en el paisaje.
O.P.